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La mala imagen parlamentaria

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Fecha Publicación: 15/02/2023 - 23:00
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El Congreso, más propiamente este Congreso, viene desempeñando una tarea de lástima en todo orden de ideas. Salvo ciertos aspectos trascendentes, como fue aprobar pronta, diligentemente la denuncia de la Fiscal de la Nación contra el golpista, cleptómano y corrupto Pedro Castillo transformándola en Acusación Constitucional ante el Poder Judicial. Asimismo, ejecutando muy aprisa todo el trámite de vacancia del sujeto Castillo por transgredir la Constitución a través del golpe de Estado que perpetró -frente a las cámaras de la televisión pública- el 7 de diciembre 2022, remitiendo inmediatamente aquel acuerdo al Ministerio Público para la apertura del proceso penal correspondiente, cuya consistente denuncia procesó y sentenció la corte Suprema con ejemplar celeridad. Antes de ello, el Parlamento solventó correctamente el asunto de la cuestión de confianza. Estas pocas decisiones le salvan parcialmente la cara al Legislativo. Sin embargo, en el balance general su comportamiento –a lo largo de casi diecinueve meses- deja muchísimo que desear. Es evidente que la atomización de las bancadas y, fundamentalmente, la calidad de la inmensa mayoría de los legisladores electos por el Soberano, imposibilitan que este Congreso cumpla de manera coherente la labor que le asigna la Constitución. Hay más. Trabajar bajo presión –inclusive al límite del sobresalto, amenazado de ser clausurado- echa por tierra toda posibilidad de acción a favor de la sociedad, por parte del también llamado primero poder del Estado.

Sin embargo, es evidente que la lentitud es una de las principales taras que se le tendría que enrostrar a nuestro actual poder Legislativo. Prescindiendo de la hermenéutica parlamentaria –que si bien ralentiza su labor, le sirve de pausa a los congresistas para “pensar” mejor las cosas (aunque la inmensa mayoría de los actuales parlamentarios carece, precisamente, de la capacidad cerebral y, sin duda, la aptitud personal que hace falta para pensar)- la inaceptable lentitud que exhibe nuestro Congreso es producto del minúsculo cociente intelectual que caracteriza a la mayoría de nuestra fauna congresal. Otro aspecto negativo es que la Mesa Directiva permite la presencia virtual de los legisladores, lo que definitivamente pervierte el rendimiento del aparato Legislativo en su conjunto. Y por si todo lo anterior no fuese insuficiente, está comprobado que muchos de los parlamentarios que carecen de materia gris –y consecuentemente sirven de bulto, en vez de colaborar con iniciativas inteligentes- son quienes, justamente, más viajes han realizado al extranjero; pagados además con dinero del Estado. Por tanto malversando su tiempo –asimismo remunerado por el contribuyente- en pasearse por el mundo, olvidándose que trabajan para la sociedad.

Es evidente que tales razones han contribuido a degradar -muy sensiblemente- la imagen del Congreso ante la opinión pública. Aunque el principal ingrediente de su mala figura viene de la campaña destructiva -a cargo de la izquierda, en connivencia con el terrorismo- que presenta al Congreso como el monstruo de mil cabezas que se devora a Juan Pueblo. ¡Todas estas causales han colocado al Parlamento en la picota, lo que enardece magistralmente esa grita rastrera del ¡fuera todos!, que permanentemente repiten los bolcheviques cuales orates!

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