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La masacre de ayer

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Fecha Publicación: 06/03/2023 - 23:00
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Puno es una zona liberada. El Estado peruano no controla esa región. El gobierno de Dina Boluarte ha decidido claudicar a sus obligaciones constitucionales y legales como depositario del resguardo territorial de la patria en su conjunto.

Una coyuntura jamás vista en la historia, que pinta de cuerpo entero a este régimen que no es gobierno, sino mascarón de proa de la anomia y el caos. Una realidad surrealista que, de continuar apenas pocas horas más sin que el Estado recupere vía las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional aquello que le pertenece a los 32 millones de peruanos, pondrá en gravísimo riesgo el futuro de la nación peruana.

Es evidente que Boluarte no es la persona para estar al frente del país en tan aciagas horas de derrota y humillación, como las que están soportando nuestros soldados acantonados hace ya más de un mes en Puno con orden estricta -del gobierno de marras que ella preside- de NO disparar. Vale decir, colocar a nuestros uniformados como carne de cañón para ser pasto de la sevicia de una poblada incendiaria que obedece órdenes de Bolivia, Venezuela y Cuba. No del Perú. Y con instrucciones precisas de exponer a los soldados peruanos que estaban destacados en dicha región, abandonada a su suerte por el gobierno que preside Dina Boluarte.

Es más, a partir de hoy la camorra que gobierna Puno ha ordenado a la poblada altiplánica incendiar la pradera, radicalizando las protestas. Esto incluye el cierre de todos los negocios, mercados, etc. en las ciudades puneñas. Ayer, también, la sede del poder judicial de Juli, en Chucuito, Puno, fue quemada y todos los expedientes judiciales quedaron destruidos a causa del incendio provocado por los radicales alzados en armas contra nuestro Estado.

Por si fuera insuficiente, un destacamento de decenas de militares que vestían nuestro uniforme fue atacado a pedradas y balas por hordas rebeldes, presumiblemente dirigidas por el sátrapa Evo Morales apoyado por sediciosos aimaras puneños, sublevados contra el Perú, que se pasean por Puno como Pedro por su casa, sin que el régimen Boluarte mueva un dedo para impedírselo. Todo sea por el bien de la paz, armonía y cordialidad, pensará esta descalificada el jefe de Estado que, por cualquier otro concepto, antes será juzgada por traición a su patria.

Hora a hora las noticias empeoraban, sumando el numero de muertes de soldados que fallecieron ahogados huyendo -si, huyendo, amable lector- de aquellas salvajes huestes puneñas que les lanzaban piedras y disparaban hechizos -y otras municiones proporcionadas desde el exterior-, exacerbadas por los operadores políticos de Cuba, Venezuela y Bolivia que buscan convertir al Perú en otra republiqueta comunista sudaca. “No tuvimos escapatoria. Casi mil personas nos atacaron con piedras. El río era la única salida para salvar nuestras vidas. Lamentablemente, la corriente se llevó a siete compañeros”, contó uno de los uniformados que logró ponerse a salvo. El Jefe de la Región Militar Sur, Jhony León Rabanal, acusó a los manifestantes de las muertes en Puno. “Fue un asesinato”, remató indignado.

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