La matanza en Lucanas
Lunes 2 de noviembre de 1987: una pandilla de bárbaros y asesinos llegaron a Lucanas, no sé de dónde, cargados de dinamita, cuchillos, machetes y bombas, y también trayendo su odio y su barbarie. De pronto trastocaron la noche apacible y tranquila del pueblo e iniciaron su “fiesta”: sangre, dolor, escombros, tragedia y muerte; así celebraban sus actos “revolucionarios” las huestes del genocida Abimael Guzmán cada vez que llegaban sin que nadie los invitara, sin que nadie los convocara. Al marcharse, celebrando su falsa victoria, pensaron que se llevarían también la dignidad y la vida del pueblo. No lo consiguieron, tampoco lo olvidamos, lo tenemos fresco y tenemos grabados en nuestras mentes cada uno de sus rostros, todos son iguales, ustedes tienen el rostro plagado de maldad y odio.
Vengo a hablarles como uno de los que ustedes mataron. Soy uno de ellos: soy Modesto Poma, soy Gustavo Rojas, soy Flavio Calle, soy Sixto Rojas, soy Arturo Pauca, soy Boris Calderón, soy al que clavaste tu cuchillo, al que a pedradas quebraste, a quien con tu arma de fuego disparaste. Ustedes en nombre de su inservible revolución incendiaron y bombardearon nuestras casas, se ensañaron con nuestra municipalidad y rieron a carcajadas celebrando su falsa victoria. ¿Cómo olvidar si aún sigue humeando el techo de nuestras casas? ¿Cómo olvidar si aún quedan restos del fuego en las calaminas de nuestro local municipal? ¿Cómo olvidar si todos los días el sol amanece mostrándonos su tristeza al recordar a nuestros seres queridos que ustedes asesinaron? ¿Qué creen tus seguidores y tú? ¿Piensan que de ustedes nos hemos olvidado, aunque ahora anden vestidos de buenitos, y para ocultar su maldad se hayan impostado una sonrisa en sus malsanos rostros?
Estamos vivos, en nuestro pueblo seguimos disfrutando de la fiesta de la vida mientras ustedes jamás podrán acercarse a nuestro pueblo, porque están identificados y andan ocultándose en su antro. Aquí estamos como siempre, trayendo las buenas nuevas en la madrugada, mientras ustedes se arrastran enredados y perdidos en la oscuridad y nunca disfrutarán de lo bella que es la madrugada. Treinta y cinco años después, les preguntamos: ¿se animan a mirarnos cara a cara y a los ojos y a decirnos por qué se ensañaron con nuestras familias y nuestros hijos?, ¿por qué incendiaron nuestras casas y nuestro local municipal?, ¿por qué bañaron con sangre y fuego a mi pueblo?
Sabemos que nunca responderán porque ustedes vegetan en su desquiciada miseria.
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