La mentira produce incapacidad moral permanente
La figura de la vacancia por incapacidad moral (VIM) del presidente de la República, prevista en el artículo 113 inciso 2 de la Constitución Política del Perú, para que sea invocada, exige la certeza indubitable de la inconducta política del mandatario y no necesariamente que sea de naturaleza jurídica, como se cree erradamente.
En otras palabras, no se debe esperar que un mandatario cometa un delito para que sea vacado por la referida incapacidad moral.
Ese no fue el sentido ni el espíritu de la norma constitucional cuando fue redactada. Los hombres del derecho nunca debemos opinar según lo que convenga, si no, en cambio, lo que corresponda, que es lo serio. Siendo, entonces, esencialmente política, la VIM, consuma inexorablemente el desafuero del gobernante de turno.
Ahora bien. La referida inconducta moral debe ser por un hecho extraordinariamente relevante que haga insostenible que el jefe de Estado permanezca un solo instante más en la altísima investidura que la Nación, que es el soberano, le ha concedido, pues por su conducta deleznable, se ha convertido en indigno como para personificar a la Nación, un atributo exclusivo que solamente cuenta como prerrogativa por su condición de presidente de la República. Dicha inconducta puede ser de Estado o personalísima, pero –repito–, relevante. Veamos.
La presidenta, Dina Boluarte, llamó la atención de los peruanos al exhibir un lujoso reloj Rolex, es decir, de alta gama, cuyo precio en el mercado supone para adquirirlo, contar con una capacidad adquisitiva propia de ricos, que la mandataria no tiene.
Consultada por su llamativo reloj, dijo: “Soy una mujer que trabaja desde los 18 años, y lo que tengo es fruto de mi esfuerzo y de mi trabajo”, agregando que “es de antaño y lo uso muy eventualmente”.
Su respuesta pareció inicialmente acertada hasta viéndose en quienes la criticaron como perfectos envidiosos; sin embargo, la señora Boluarte olvidó que, en su condición de presidenta de todos los peruanos, sería interrogada.
Se trataba de su condición de primera ciudadana de la patria, funcionaria pública y de la más alta jerarquía en el Estado, y por tanto, que todo lo que haga o diga, será relevante para la opinión pública.
Seguramente mal aconsejada por sus abogados, evadió los requerimientos de la justicia para aclarar la procedencia del Rolex, imponiéndose la lógica jurídica, cuya inferencia terminó acrecentando la conclusión de carecer de argumentos para sustentar que realmente los adquirió con su propio esfuerzo y tiempo atrás, como afirmó inicialmente.
El escenario anterior configura la enorme probabilidad que la presidenta de la República habría mentido al país.
No se trata del Rolex porque sea lujoso y costoso, si no, de la mentira que, no siendo refutada, y más bien acrecentada por la referida inconducta moral que exige evidencia incontrastable, y no meros supuestos, aunque sean lógicos y racionales, ha terminado colocándola en umbral de la VIM que analizamos.
Por no hallarse la justificación racional, material y objetiva que sostenga la compra del reloj, ningún razonamiento político resistiría que continúe en el cargo pues en adelante nadie creerá lo que diga o haga, aunque no sea mentira, quedando completamente debilitada para el ejercicio de una altísima función de Estado que exige autoridad moral que ya no tendría.
Ni hablar de los presupuestos del derecho penal que no resistirían seriamente su silencio o su inexplicable evasión no solo a la justicia, que ya es relevante, si no, a todos los peruanos.
Los fundamentos subjetivos o que podríamos llamar de cálculo político sobre la conveniencia o no de que la mandataria sea vacada, son sencillamente irrelevantes para las exigencias del presupuesto constitucional del artículo 113 inciso 2.
Aferrarse a ellos es una grave incongruencia que desnuda el desprecio por la axiológica política riesgosamente volviéndonos proclives a la inmoralidad social nacional. He dicho que la presidenta debe gobernar hasta el 2026 pero si mintió, su permanencia en el cargo se vuelve irresistible y para no ser una republiqueta, el Congreso debería actuar en consecuencia.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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