La motivación extremista
El año que termina nos sorprendió con una izquierda marxista levantando las banderas de seguridad ciudadana para intentar, nuevamente, derribar el débil gobierno de la vicepresidenta de Pedro Castillo. Recordemos el centenar de generales de la Policía Nacional separados arbitrariamente por los gobiernos de Toledo, Ollanta, PPK, Vizcarra, Sagasti y Castillo; y el odio histórico que el extremismo socialista tiene por los ciudadanos de uniforme que asumieron el compromiso de defendernos de la delincuencia, expresado en sus relatos, música, iconografía e, inclusive, en el museo de la falsa memoria.
El bajo presupuesto, la negativa a proporcionarles armas modernas no letales, el continuo maltrato, la instrucción a jueces y fiscales de procesar a cualquier policía que haga uso de su arma, y la indignante intromisión de políticos mediocres en el funcionamiento interno de la institución desmoralizan a sus integrantes y crean espacios para el aprovechamiento indebido del poder que otorga el uniforme y la información. Es obvio que la seguridad ciudadana pasa necesariamente por fortalecer a nuestra Policía Nacional, desde la implementación de sus escuelas de formación hasta la protección legal de sus actividades reglamentarias.
Paralelamente, los estrategas de la cruel persecución judicial de los militares y policías que enfrentaron al terrorismo marxista se oponen a la decisión de recuperar las capacidades de la Fuerza Aérea, adquiriendo cazas modernos para reemplazar a las unidades que ya culminaron su vida útil. Sus absurdas objeciones pasan por afirmar que no existe un conflicto exterior y que las anteriores compras fueron controvertidas por sospechas de corrupción.
La historia nos demuestra que las guerras no avisan: se producen por causas inusuales o imprevisibles, como un gobierno vecino urgido de distracción para su electorado, el interés de una empresa internacional o potencia extranjera en algún recurso natural o infraestructura estratégica; y cuando se desata el conflicto, los países implicados tienen que defenderse con las armas ya adquiridas, pues el bloqueo es inminente, o peor aún, cuando una potencia apoya al enemigo. La posible corrupción se previene con transparencia y control durante todo el proceso de compra.
Gran parte del extremismo odia a los uniformados, pues ve en ellos la garantía efectiva del orden constitucional y los valores que sostienen a la sociedad. El socialista sabe que en circunstancias normales no podrá eliminar la democracia: necesita crear condiciones especiales como la carestía de alimentos, un desastre militar, negociaciones con grupos terroristas o el temor que genera la inseguridad. Por eso, es necesario estar siempre alerta, desconfiar de su prédica, pues, mientras las personas normales buscamos mejorar el sistema político y perfeccionar el modelo económico, el izquierdista actúa motivado por lo opuesto, para imponer su sistema de concentración de poder.
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