La muerte de Gorbachov
Hace cerca de 31 años publiqué en la recordada revista OIGA de Paco Igartua, un artículo titulado “Réquiem para Gorbachov”, que por cierto aún no había fallecido, pero que tuvo la penosa obligación de apartarse del poder, además de anunciar la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Fue una doble derrota porque Gorbachov cuando asumió la jefatura del Partido Comunista de la Unión Soviética, se propuso insuflarle un nuevo espíritu de vida y dinamismo, tanto económico como social, así como de asegurar las fronteras que Stalin a la terminación de la II Guerra Mundial había logrado para el imperio comunista. Con ese propósito Gorbachov, luego de asumir el liderazgo comunista, ideó dos nuevas estrategias, la perestroika y el glasnost, que en el idioma ruso significan reestructuración y transparencia. Paradójicamente ambas terminarían desarticulando al país que él pretendió transformar.
A Gorbachov se le debe reconocer el mérito de haber librado a su patria y al resto del mundo, del peligro inmediato de una guerra nuclear con los Estados Unidos que hubiera ocasionado un holocausto planetario. En esa época se comentaba en las principales publicaciones norteamericanas que Estados Unidos había diseñado una política, denominada por su sigla en inglés “MAD”, Mutual Assured Destruction, que en español significa Destrucción Mutua Asegurada. En buenas cuentas si surgía un desenlace atómico entre Estados Unidos y la Unión Soviética, nadie saldría bien librado. Gorbachov al igual que los líderes americanos con los que tuvo que lidiar, Reagan y Bush (padre), tomó rápida conciencia de que ese nivel confrontación debía terminar, además que le imponía a su país un esfuerzo económico inalcanzable para sus limitados recursos.
Gorbachov emprendió una política de cambios para asegurar mayor libertad e igualmente una mayor eficiencia en la productividad del Imperio ruso. La ex Unión Soviética trató de cambiar las rígidas políticas de Stalin, que emergió triunfante respecto de la agresión alemana, avanzando hasta el corazón de Europa, para establecer una férrea alianza a través del Pacto de Varsovia, enemiga de la OTAN hasta la disolución de la Unión Soviética. El comunismo llegó a controlar la mitad de Europa, con una avanzada en Berlín como punta de lanza de los gobiernos que dominaban Varsovia, Praga, Budapest, Bucarest, Sofía, entre otras. El mundo en aquellos años de la Guerra Fría estuvo dividido por la Cortina de Hierro que colapsó cuando la Unión Soviética implosionó por sus propias tensiones internas, que llevaron a su división en 15 repúblicas, la más poderosa obviamente Rusia, pero muy recortada en su área geográfica y en su población.
El terrible desenlace de la disolución de la Unión Soviética, calificado por el actual Presidente de Rusia, Vladímir Putin, como la peor catástrofe geopolítica del siglo XX, significó en términos militares y estratégicos un retroceso del avance ruso hacia Europa Occidental, lo cual implicó abandonar por un tiempo indeterminado el sueño de la dominación mundial. Gorbachov, recién fallecido tras 30 años fuera del poder, terminó convirtiéndose en un agente de paz, para darle al pueblo ruso, un régimen de vida, menos glorioso pero algo más confortable, sin duda hoy perturbado por la agresión rusa a Ucrania, que recuerda al mundo la Guerra Fría del siglo XX.
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