La novedad del cristianismo: amar a nuestros enemigos
Queridos hermanos, nos encontramos ante el Domingo de Ramos. La primera lectura nos hace una profecía sobre la persona de Jesús: “El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos”. Esto es lo que hace Jesús, dar una palabra de aliento al hombre. Abrir el oído, en este contexto, es poner la mejilla y es la novedad que nos presenta el Antiguo Testamento: ser cristiano es poner la mejilla a quien te hiere. “El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado”, así concluye la profecía. Aquí ya se anuncia la novedad que traerá el cristianismo: el amor hacia los enemigos. Jesús es muy claro: pon la mejilla a quien te ultraja y no quedarás defraudado. Respondemos en el Salmo 21: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza. Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme”. Esto es lo que sufre Jesús durante toda su vida y que se expresa muy bien en la pasión de Cristo. Es curioso observar la cantidad de burlas que hay en el Perú, en nuestro Callao frente a la Iglesia, pero de esta burla, Dios sale victorioso. Dios quiere regalar a los cristianos su espíritu, su sobrenaturalidad y nos la quiere dar gratuitamente. La segunda lectura, de la carta de san Pablo a los filipenses, nos habla sobre quién es Jesús: “Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombresobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es el Señor”. Jesús representa el ser hijo de Dios, su sobrenaturalidad, que es aceptar ser esclavo del otro. Esta Palabra nos muestra la obra que hace
Dios con su hijo, Jesús, y es lo que quiere hacer en cada hombre sobre la tierra. El evangelio de san Lucas nos muestra la pasión de Jesucristo: “Y se pusieron a acusarlo diciendo: “Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es el Mesías rey”. Pilatos le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Él le responde: “Tú lo dices”. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: “No encuentro ninguna culpa en este hombre”. Este extracto nos muestra cómo señalamos, mentimos, somos capaces de llevar a la cruz a gente inocente. ¿Para qué? Para pedir a cambio de dinero, prestigio o fama. “Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato y entregó a Jesús a su voluntad, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo: “Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré”. Hermanos, ¿cuántas veces nos lavamos las manos de los problemas? Nos cuesta enfrentarnos a ellos y adherirnos a la verdad, pues decir la verdad nos hace libres. “Ellos vociferaron en masa: ¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida
en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”, continúa la Palabra. ¿Cuándo decimos nosotros crucifícalo? Cuando señalamos a nuestro prójimo, cuando nos aliamos a Barrabás, es decir, nos negamos a hablar con la verdad, cuando queremos evitar el sufrimiento. Jesús, un hombre inocente, fue entregado a la voluntad de la muchedumbre y el pueblo estaba en la posición de decidir su muerte. Cuando Jesús es crucificado, es curioso observar la actitud de los dos malhechores que son ajusticiados junto a Él: “Y cuando llegaron al lugar llamado ”La Calavera“, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Lo que le dice este malhechor es que se desencarne, que sea Dios, que haga un milagro. Desencarnarse es la tentación que ofrece el demonio a Jesús. “Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Jesús le dijo: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”. Lo que le dice Jesús es que sus pecados han sido perdonados, esto es un escándalo, porque Jesús perdona a un hombre que había sido ajusticiado por delitos que había cometido contra el pueblo, pero este hombre llega con otra actitud hacia la muerte. “El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”, así comienza una nueva etapa, la misión de Cristo sobre la tierra ha finalizado. Es la misión de la Iglesia, encomendar nuestras injusticias a Dios. El centurión luego de esta escena propiciará su conversión: “El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo: Realmente, este hombre era justo”. Esto nos muestra la sobrenaturalidad de Dios: ofreciendo la otra mejilla aparecerá la justicia de Dios. Hermanos, deseo que vivan una buena Semana Santa, que la bendición de Dios esté con ustedes y sus familias.
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