La nueva anormalidad
Los últimos dos años han sido terribles para los peruanos. Hemos pasado, de la nueva normalidad que nos impuso la pandemia, a vivir la nueva anormalidad que ha implantado Pedro Castillo desde que fue elegido por la voluntad del pueblo y el respaldo de un perverso grupo que, motivado por su odio, lo llevó a palacio de gobierno.
Aún no nos recuperamos de los estragos de la nueva normalidad que nos obligó a estar encerrados sin poder trabajar, a endeudarnos, gastar nuestros ahorros y liquidar nuestro fondo de pensiones para sobrevivir. Millones perdieron sus empleos y miles sus empresas. Muchas familias ahora dependen de los bonos.
Desde hace más de cuatro meses enfrentamos la nueva anormalidad del gobierno de Castillo. La misma pesadilla que algunos vivimos hace cincuenta años, cuando nuestro país quedó en manos del gobierno militar comunista que destrozó nuestra economía.
La nueva anormalidad vino mejorada y repotenciada por la desconfianza a la palabra del maestro. El desgobierno en su administración producido por sus indecisiones y no contar con un equipo experimentado en gestión pública, ha sumido al Perú en el caos y la incertidumbre.
Esta nueva anormalidad, que parece no importarnos, despacha fuera de palacio de gobierno, mantiene reuniones clandestinas con proveedores del Estado, pacta con políticos para negociar votos, degrada la dignidad de oficiales de nuestras fuerzas armadas, impone cuestionados ministros y nombra a inexpertos funcionarios públicos.
La nueva anormalidad destaca por el insaciable deseo de tomar por asalto las arcas del Estado. Es propiciada por una vergonzosa casta política a la que pareciera exigírseles ser corruptos como pre requisito para postular a un cargo público. Estos, niegan con cinismo y descaro, dicen y se contradicen en sus mentiras. No les preocupa ni la cárcel, ni sus consecuencias. Como hemos comprobado, nunca renuncian, ponen su cargo a disposición y se quedan hasta que Castillo resista.
La nueva anormalidad es la inacción de un gobierno entreguista ante la injerencia de Evo Morales que pretende vulnerar nuestra soberanía territorial con Runasur y su grupo de afiebrados pluri-sinvergüenzas. Si Castillo permitiera esto, debería ser juzgado por traición a la patria.
La nueva anormalidad es la pasividad y permisividad del Poder Judicial y el Ministerio Público ante las innumerables denuncias. Frente a esta flagrante corrupción la justicia parece un estático adorno navideño.
La nueva anormalidad son las bancadas “oficialistas” en el Congreso que dicen mantenerse vigilantes cuando enfrentamos la amenaza de un gobierno comunista. Parece que sólo les gusta mirar. Por su indiferencia vamos camino al abismo.
Lamentablemente nos gobierna un maestro que no enseña con el ejemplo, es consciente de su ineptitud y sabe que en cualquier momento será vacado. Ahora, desesperado, sólo atina a dar “chicotazos” de ahogado.
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