La nueva caída del WhatsApp
No es la primera vez que se produce el colapso del aplicativo de WhatsApp pues pasó el 4 de octubre de 2021. Queda claro por esta circunstancia inusitada de que las redes sociales dominan la vida humana y queda claro, también, de que no solo la pandemia de la covid-19, que jaqueó nuestra vida de relación por casi tres años, sino los hechos cibernéticos que dominan en la tercera década del siglo XXI, siguen cambiando muchas conductas de la interacción social contemporánea.
Aunque es verdad que nuestras comunicaciones por la diversidad de los medios informáticos que tenemos a la mano, además del WhatsApp, como el Facebook, el Message, Telegram, Twitter, YouTube, etc., ya venían formando parte de la vida cotidiana en que nos desenvolvemos, lo que es una completa realidad y sin discusión es que, por la atípica circunstancia informática internacional de ayer, nos hemos vuelto usuarios dependientes.
Durante el lapso en que cayó WhatsApp por la tarde -unos 35 minutos- muchos acuerdos o negocios quedaron inconclusos o frustrados hasta con millonarias pérdidas, sobre todo para quienes están involucrados directamente en el mundo de las comunicaciones en su diversidad de manifestaciones.
Siendo verdad, entonces, que nos hallamos inmersos en la sociedad virtual planetaria por excelencia donde las prácticas informáticas hasta poco antes de la pandemia eran una excepción, y hoy son una regla, será necesario que comencemos a explorar sin alarmismos otras razones asociadas al mundo competitivo del ciberespacio, como es el caso de la ciberseguridad y la ciberdefensa.
Nadie ha hecho referencia a actos anómalos o deliberados porque seguramente no han sucedido, pero en adelante podríamos comenzar a experimentar una sociedad con esas complejidades. Lo cierto es que nuestras relaciones humanas están afirmando a la referida sociedad virtual que terminará consolidando a este periodo en uno dominado completamente por el internet.
El globo no puede detenerse y las personas, ahora desde sus propias casas, aun cuando hemos vuelto a la presencialidad, ordenan sus agendas para cumplir con sus responsabilidades domésticas y profesionales.
En definitiva, la gente prescindirá cada vez más de los contactos directos o personales –no es nada alentador pues no es lo deseado- para reducirlos al mundo de los instrumentos del internet y de las nuevas tecnologías, volviendo a las personas más pragmáticas y, de paso, más frías y calculadoras, y, por tanto, menos solidarias, porque los botones y los iconos se convertirán en la regla hasta para mostrar nuestros estados anímicos como pasó ayer, en que millones de personas por dicho colapso se externalizaron irritables e impacientes. Así va el decurso de la humanidad. No nos engañemos.
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