La ola de reformas del pacto conservador
Nos guste o no, y estemos de acuerdo o en desacuerdo con la orientación que hoy dan nuestras autoridades ejecutivas y legislativas a las políticas públicas, lo cierto es que el pacto conservador, que reúne el sentir de algunos formales, informales e ilegales en el uso del poder, continúa su avance sin mayor resistencia en lograr sus objetivos políticos.
No es casual, por ello, que el nuevo presidente del Congreso, Eduardo Salhuana, consiguiera una contundente victoria sobre su rival en primera vuelta y con la más alta votación del período (95 votos a favor).
No es casual que la presidenta Dina Boluarte pronuncie un discurso de cinco horas frente a un tercio de legisladores presentes en el hemiciclo, y se la viera confiada, segura y hasta atrevida en una lectura que no estuvo nada mal, considerando sus limitadas competencias comunicacionales.
No es casual, tampoco, que se anunciaran reformas de Estado a través de fusiones sectoriales que la tecnocracia mercantil no fue capaz de hacer en los últimos 20 años.
El nuevo Ministerio de Infraestructura, que uniría Vivienda, Construcción y Saneamiento con Transportes y Comunicaciones y todas las unidades ejecutoras dedicadas a obras de infraestructura en sectores como Salud y Educación, por ejemplo, o la casi anunciada fusión entre Desarrollo e Inclusión Social con Mujer y Poblaciones Vulnerables, son buenas noticias en sí mismas, como expresión de una voluntad política que toma decisiones, más allá del cómo se haga.
Algo similar ocurre con los anuncios que fortalecen alianzas del gobierno con poderes fácticos. El incremento de salarios a los miembros de las fuerzas armadas y policiales, a través de una nueva escala remunerativa, el respaldo de un proyecto como Tía María para el sector minero, el anuncio de compras sistemáticas a pequeñas y microempresas desde el Estado, así como la distribución de mayores presupuestos hacia las regiones para la ejecución de obra pública, son claros ejemplos de que Dina Boluarte y el gobierno que preside están haciendo política, en un pacto conservador con un sólido bloque político en el Congreso, que hoy le da gobernabilidad y la sostiene, consolidando el “modelo de sobrevivencia política” que impulsa el ciclo político contemporáneo.
Opositores y críticos del régimen podrán decir muchas cosas. Descalificar a los titulares del Ejecutivo y Legislativo con adjetivos impropios no los elimina del escenario real de la política que vivimos a diario.
La ecuación política del pacto conservador viene funcionando, siendo eficiente y efectiva para sus intereses, promoviendo una ola de reformas sin precedentes en los últimos 30 años.
Que no le guste a una “minoría formal e ilustrada” del país es otro tema. Pero eso no significa que la “mayoría informal e ilegal” no esté haciendo política. El reto es que la disputa electoral consolide una agenda país que permita la convivencia social de ambos sectores. ¿Será posible?
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