La ONPE bruta y achorada
Es irritante la lógica del “mírame y no me toques” que diversos funcionarios públicos pretenden imponer so pretexto de que cualquier crítica a ellos busca dañar la institución a la cual representan y el aparente buen rol que cumplen al servicio de la patria.
Lo vimos en el caso de algunos fiscales y jueces anticorrupción, cuya osadía mediática no quiso nunca ser contrastada porque entonces, el cuestionador obligadamente estaba guiado por los intereses de las mafias. Asimismo en el del exjefe de Estado Martín Vizcarra, quien –gracias a la ayuda de mucha prensa– llegó a colocarse en un sitial impoluto donde no era posible hacerle la más mínima atingencia pues supuestamente encarnaba el sentir moralista de los ciudadanos y la correcta aplicación de medidas contra la covid-19. Ahora recién hasta sus antiguos ayayeros lo dibujan en su real dimensión de sinvergüenza, taimado e ineficaz.
Y en estos días también ocurre lo mismo con el sistema electoral. Observaciones muy razonables sobre su proceder sospechoso o sesgado, inmediatamente son convertidas en punta de lanza de un descrédito que, en el peor de los casos, sus mismos integrantes se lo buscan. Las perlas del titular del Jurado Nacional de Elecciones, por ejemplo, forman parte de un interminable rosario que –en el mínimo de evaluación– explica la no conveniencia de haberlo designado para ese alto cargo.
La Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) hace lo suyo en esta misma línea con una intensidad digna de mejor causa. Durante la primera vuelta, cerró oídos a la recomendación de no establecer el horario de apertura de las mesas de sufragio para el voto de los adultos mayores. Se dijo que el previsible ausentismo de los titulares de mesa debido a la pandemia ocasionaría el llamado a esos adultos mayores de la primera fila para asumir dicha función, lo cual los amarraría a una tarea inesperada y atentatoria contra su salud.
Tras el caos que ocasionó semejante tontería, la ONPE se vio obligada a reconocer el error y enmendarlo para la segunda vuelta.
Y esta última semana hemos sido testigos del atropello grosero y prejuicioso que la señora Margarita Díaz Picasso (gerente de Supervisión de Fondos Partidarios de la ONPE) cometió contra diversos futbolistas de la selección nacional, enviándoles oficios para que corroboren si su opinión favorable a la candidata Keiko Fujimori era fruto de un estipendio económico. Según esta funcionaria prepotente, un deportista vende sus comentarios. No así otros ciudadanos de distinto oficio.
Parafraseando el enunciado de Juan Carlos Tafur respecto a un sector de la derecha peruana, en los dos casos citados hemos conocido el ángulo bruto y achorado de la ONPE. Y eso no lo taparán rasgándose las vestiduras.