La ONU es solo un membrete
Este año participé en Rabat en el foro de la Academia Real de Marruecos, prestigiada institución dirigida por el secretario perpetuo Abdeljalil Lahjomri, de la cual soy miembro de honor desde 2023.
La Academia, fundada en 1977 por el rey Hassan II, tiene como objetivo contribuir a la paz y fomentar la investigación científica, particularmente en los campos de las ciencias, la cultura y las artes.
En esa ocasión, los asistentes comentaron sobre el sangriento conflicto entre Israel y Palestina, los abominables asesinatos perpetrados por el grupo terrorista Hamás y la respuesta israelí que, en conjunto, han provocado más de 54 mil muertos.
Pero la mayor aflicción se centraba en la brutal invasión de Rusia a Ucrania para apoderarse de Crimea, Donetsk y Lugansk, lo que le permite controlar, a la fecha, 112 mil kilómetros de territorio ucraniano.
En ese contexto, sostuve que esas confrontaciones desvían importantes recursos hacia compras militares. Dije, en tal sentido, que el gasto mundial en armas se ha incrementado a 2.44 billones de euros, y todo indica que esa cifra aumentará sustancialmente. La presidenta del Consejo de Europa, Ursula von der Leyen, anunció que en la próxima década los europeos invertirán 800 mil millones de euros en material bélico, un gasto irracional y descomunal cuando existen enormes carencias humanas.
Entre otras: dos mil millones de personas sin acceso a agua potable; 870 millones padeciendo hambre; 8,200 millones sobreviviendo en pobreza; 150 millones de niños en la calle y 269 millones de infantes con anemia severa.
Vivimos en un mundo autodestructivo, donde la violación de derechos humanos no es excepción, sino casi una regla universal. Lo demuestra el bombardeo ruso sobre viviendas, hospitales y colegios ucranianos. El conflicto ha entrado en su cuarto año, con 200 mil muertos, un millón de heridos y 10 millones de desplazados. La destrucción de la infraestructura energética ucraniana alcanza los 524 mil millones de dólares, según la ONU.
Putin, sin duda, es un psicópata genocida, de la misma categoría que Hitler. El periodista británico John Carlin publicó un artículo titulado “El síndrome del perro rabioso”, afirmando que el autócrata ruso “es el peor cáncer que aflige al mundo” y que “no hay excusa para sus acciones, comenzando por la invasión a Ucrania y la matanza de niños”.
Madeleine Albright, ex secretaria de Estado de EE. UU., escribió que Putin era “bajo, cetrino y tan frío que parece un reptil”, y que “invadir Ucrania asegurará su ignominia”.
La ONU es hoy solo una etiqueta, un membrete que cuesta 4 mil millones anuales y muestra absoluta inutilidad. Ha fracasado ante la ofensiva de Moscú y calla mientras el Kremlin recluta mercenarios y presos.
La única esperanza es que Europa actúe, la ONU envíe Cascos Azules, y EE. UU. respalde a Kiev. Solo así se protegerán la libertad, la democracia y los derechos humanos.
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