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La Oroya

Fecha Publicación: 02/02/2024 - 21:00
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Tras unas horas de viaje por la serpenteante ruta hacia el centro del Perú arribo a La Oroya. El río Yauli, como tomándome de la mano, me acompañó en el tramo final, y sentí que se esforzó en no rugir a pesar de que viaja con una torrentada que de solo mirarla causa temor.

Las primeras imágenes que recuerdo de La Oroya son las de mis amigos a quienes ya no encontré, no sé a dónde habrán ido a parar, ellos trabajaron años en la refinería y fundición del Centro Metalúrgico. Como para tranquilizarme de tamaña melancolía, la chimenea de la fundición me atrapó con su mirada y yo en unos segundos me transformé en ese inquieto loco que alguna vez jugué a las escondidas en la ciudad más contaminada del Perú y la más rica de Sudamérica tomando una chata de ron, con escozor en la garganta y en la nariz por tanto humo negro, o que alguna vez anduve compartiendo sueños, fuerzas e ideales del tamaño del imponente Ticlio con mis amigos los trabajadores metalúrgicos.

La ciudad sigue siendo la misma, pero es otra, el silencio se apoderó de todo y hasta el río Mantaro ya no ruge a pesar de estar cargado, la lluvia cae con miedo y en las noches ya no posa sueño alguno sobre los languidecidos cerros. El silencio se apoderó de todo. En este país, extraño país, se juega siempre, y nos estamos especializando en jugar con los sagrados intereses del país. En La Oroya, a cada rato anuncian el reinicio de operaciones en el Complejo Metalúrgico, es como si hubiesen redactado el mismo documento una sola vez y haberle sacado muchísimas fotocopias, que luego colorean o cambian de formato cada vez que se busca aplacar las justas demandas de la población de la zona.

Arrecia la torrencial lluvia, truenos y rayos que no escuchaba hace ya buen tiempo invade todo, como en los buenos tiempos cuando por la avenida Horacio Zevallos desfilaban los trabajadores metalúrgicos dispuestos a vencer toda dificultad. Lo cierto es que se viene abajo mi teoría de que en esta ciudad reina la calma y el silencio. Mucho ruido, el río Mantaro ruge, señal de que pronto La Oroya volverá a ser La Oroya, sin contaminación, sin plomo en la sangre de los niños. Ojalá que emane humo blanco por esa chimenea del Complejo Metalúrgico.
Esta es una sana aspiración sin contaminación.

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