La oscuridad
El Perú se ha convertido en territorio neblinoso, en tránsito a la oscuridad.
No sabemos, en efecto, hacia dónde nos conduce el Gobierno, pero tampoco el Gobierno sabe hacia dónde dirige la nave del Estado. Reflexionando sobre episodios turbulentos, contradictorios, desestabilizadores en nuestra historia republicana, Basadre decía, con razón, que somos un país dulce y cruel, de cumbres y abismos, de grandes esperanzas súbitas y largos silencios, de excitaciones desaforadas y rápidos olvidos.
Todo lo dicho por el admirable académico es cierto y aplicable en estas horas de desconcierto, crispación y enfrentamientos, en circunstancias que a un mes de instalado el régimen ignoramos si continúa vigente el Plan de Gobierno de Perú Libre (PL) que condujo al profesor Castillo a la presidencia y catapultó a treinta y siete integrantes de esa agrupación al Congreso; o si ese proyecto primigenio ha sido reemplazado por el llamado Plan Bicentenario que presentaron antes de la segunda vuelta.
Aplicar el plan original implicaría el compromiso de revisar los Tratados de Libre Comercio suscritos con sesenta naciones y acuerdos tan importantes como la Alianza del Pacifico o el Tratado de Cooperación Económica Asia Pacifico (APEC), pero también poner en marcha una política de estatizaciones o nacionalizaciones, elecciones para una Asamblea Constituyente y alinearnos con el chavismo en asuntos externos, además de aceptar ingratas referencias laudatorias a gobernantes totalitarios y violadores de los derechos humanos como Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Fidel Castro o Daniel Ortega, entre otros.
El Plan Bicentenario, en cambio, sólo contiene propuestas genéricas de carácter sanitario.
¿Cuál de los dos planes se aplicará?
Me temo que el primero, pero en versión limitada, porque PL no cuenta con instrumentos de poder para llevarlo adelante ni tampoco con cuadros profesionales para implementarlo.
Esa pregunta, por tanto, debe responder con prontitud el mandatario, porque así define la ruta política, el rumbo del Gobierno, arrojando un poco de luz en este panorama lúgubre donde callar o esquivar una respuesta solo traerá más confusión y desasosiego.
Las primeras señales, sin embargo, han sido dadas, comenzando con la designación de ministros, en su mayoría personas inexpertas, no calificadas, algunos con antecedentes pro senderistas o implicados en procesos judiciales en curso.
Nadie se explica, por ejemplo, el nombramiento de Béjar en el despacho de Relaciones Exteriores, cuando el Gobierno y el propio ministro sabían que colisionarían con la oposición parlamentaria y con la abrumadora mayoría de peruanos, descarrilando de paso el rumbo de la Cancillería.
Pero lo hicieron y fracasaron, afectando la gobernabilidad. Sin embargo, el breve tránsito de Béjar por Torre Tagle permite anticipar que pretenden desplazar nuestra diplomacia hacia el bloque del socialismo del siglo XXI, integrado por Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.
Lo demuestra el intento de retirarnos del Grupo de Lima, retornar a Unasur e impulsar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, organismos de latón al servicio de la dictadura de Maduro.
A lo anterior se agrega la torpe propuesta del ministro de Cultura de trasladar Mincetur a su sector, ámbito que no es de su competencia funcional y que afectaría gravemente el esfuerzo de insertarnos en un mercado globalizado para nuestros productos de exportación. Y, desde luego, también la estridente visita de Evo Morales para hacer campaña por una Asamblea Constituyente, acto que significa La Oscuridad.