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La peligrosa crisis del fujimorismo

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Fecha Publicación: 04/05/2025 - 23:00
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En nueva demostración de su falta de solidaridad con el Perú, su desprecio hacia su sistema democrático y una completa falta de respeto por la Justicia, el Congreso salvó de una nueva y merecida inhabilitación al miserable Martín Vizcarra para ejercer cargos públicos. Ocurrió tras no alcanzarse la mayoría requerida en el Pleno: 67 votos de un total de 130 legisladores.
Lo indignante del asunto es que la bancada fujimorista acabó siendo, una vez más, un respaldo indirecto a la corriente salvadora del infame lagarto Vizcarra, responsable —junto con su primer ministro, Salvador del Solar Labarthe— de haber disuelto, sin la correspondiente justificación, el primer poder del Estado el infausto 30 de setiembre de 2019, permitiendo que Vizcarra se enrosque, inconstitucionalmente, en la presidencia del país.
La mencionada sesión congresal ocurrió la semana pasada, donde Vizcarra se dio el lujo de despotricar de los numerosos parlamentarios que no asistieron, mostrándoles su falta de respeto al rol legislativo: “Estoy seguro de que si (esos parlamentarios) no se hubieran ido de vacaciones, se habrían alcanzado los votos.”
¿Qué papel juega hoy el fujimorismo en la política peruana? Esta pregunta la hemos hecho tiempo atrás porque, realmente, Keiko Fujimori ha resultado ser la más desconcertante de las figuras políticas contemporáneas. Sus auténticas razones jamás se conocerán. Aunque, sin duda, el temor haya sido probablemente el factor decisivo en su viraje político —en ciento ochenta grados— pirueta que ha ejecutado en el último quinquenio junto al partido que lidera. La carcelería injustificada —por culpa de un miserable apellidado Pérez Gómez que funge de fiscal— seguro debe haber creado un profundo trauma emocional a la hija del fundador del partido que mayor influencia ha tenido en el país en las últimas dos décadas y media.
Como fuere, los políticos de cuño —nos referimos a los verdaderos políticos— son seres de otro planeta, a quienes los traumas les exacerban los sentidos y avivan sus emociones, siendo la injusta carcelería uno de sus principales acicates. Porque, evidentemente, sirve para que la ciudadanía les respalde ante el atropello del poder que, indebidamente, los puso tras las rejas.
Preocupa que ante las elecciones generales del año entrante, el otrora poderoso fujimorismo sea ahora una pálida imagen de lo que fue en nuestra arena política. Con más de cuarenta “partidos” políticos —la mayoría liderados por ensimismados caciques— las elecciones de 2026 apuntan a agravar la crisis que soportamos desde 2011, transformándola en un carnaval de intrigas y cleptocracias que imposibilita toda gobernanza del país. Consecuentemente, acabaríamos ahondando el caos sociopolítico en que vivimos desde que Humala —hoy condenado en primera instancia por corrupto— asumió el poder, y lo sucediera una manada de mandatarios manchados por la misma inmundicia que antes maculó a Toledo, a Humala, luego a PPK, a su vicepresidente Vizcarra; hablamos de Castillo y, pendiente de definirse, Sagasti. De continuar así las cosas, las elecciones de 2026 solo profundizarán el caos en que vivimos desde la elección de Ollanta Humala. ¿Esto busca Keiko Fujimori?

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