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La peor forma de hacer un autogolpe boliviano

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Fecha Publicación: 27/06/2024 - 22:20
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El miércoles 26 de junio el mundo se vio sorprendido por la noticia de un golpe de Estado en Bolivia. Militares al mando del general José Zúñiga, quien hasta pocas horas antes fuera el Comandante del Ejército (cargo del que había sido destituido), irrumpieron en Palacio Quemado en un despliegue armado que hacía recordar los peores momentos de Latinoamérica durante el siglo XX.

Sin embargo, todo terminó en unas horas y dejó la sensación de que tan solo se trató de una maniobra política de Luis Arce, más aún cuando el general, al ser arrestado, aseguró que todo había sido planeado por el presidente en un afán de aumentar su popularidad, deteriorada por la crisis económica que vive su país.

Si bien la asonada parecía un golpe de Estado por sus formas, en la práctica fue una presentación sui géneris de un petitorio por parte de este general, que, entre otras cosas, exigía que se tomen medidas para que Evo Morales no sea candidato en las próximas elecciones de agosto de 2025. Ante esto, Luis Arce, con la aparente seguridad de quien sabe que su vida no corre peligro, respondió con firmeza, ordenándole retirarse y acuartelarse con sus tropas. El general solo atinó a responderle que no acataría la orden, para inmediatamente después retirarse.

En ese momento cualquiera pensaría que nada de lo que se estaba viendo tenía sentido. En un golpe de Estado, una vez se ha entrado a la casa de gobierno, se tienen solo dos opciones: arrestar al presidente de turno o deportarlo, pues lo que busca un golpe es establecer un nuevo régimen, para lo cual tiene que descabezar al anterior. La pasividad con la que Zúñiga se retiró luego de hablar con Arce, por su expresión y sus palabras, solo hace pensar en un hombre que, de pronto, se encuentra confundido, como si no terminara de comprender lo que pasa.

La intentona de Zúñiga fue sumamente extraña, solo llevó un puñado de tropas, tumbó una puerta, y le dijo un par de cosas al presidente, nada más. Luego hizo tiempo en la plaza, probablemente sin tener claro qué hacer, hasta que a los minutos terminó por retirarse en la tanqueta con la que irrumpió en la casa de gobierno.
Todo indica que el general cumplió el rol de tonto útil (y, por lo tanto, desechable) de Arce, quien tiene bajos índices de popularidad por la crisis económica en la que ha sumido a su país y se encuentra enfrentado a Evo Morales por el liderazgo de su partido, el MAS; lo que definirá la próxima candidatura que los represente. Hay que tomar en cuenta que el MAS es un partido con gran cantidad de militantes y una organización y estructura muy consolidada y cohesionada a partir de sindicatos y movimientos sociales activos, lo que les da gran capacidad de movilización y presión política.

Se debe considerar que un sector de las Fuerzas Armadas en Bolivia ve como un peligro la figura de Evo Morales, no solo porque durante su gobierno se debilitó a las instituciones castrenses bolivianas, sino que sus políticas cocaleras han fomentado y maximizado la producción de cocaína, sin que esta pueda ser controlada por las Fuerzas Armadas.

Como autor de ficción, y siguiendo las fugaces declaraciones de Zúñiga a la prensa durante su arresto, me es inevitable imaginarlo conversando con Arce, mientras el presidente le aseguraba que en base a ese petitorio que presentaría, reorganizarían el país e impedirían que Evo Morales volviera a postular, luego de establecer una especie de gobierno cívico-militar.

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