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La pérdida de calidad democrática

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Fecha Publicación: 04/03/2024 - 22:10
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El concepto básico de democracia proviene de la antigua Grecia, tener la posibilidad de participar en los procesos de decisión que realmente nos importan. Lo que era un privilegio en la época de Pericles, hoy es una obligación para evitar una multa. La universalización del sufragio ha ocasionado no solo la desvalorización del voto, sino también la pérdida de su significado. Cuando votamos en elecciones generales, asistimos a la inmensa asamblea donde apoyamos con nuestro voto a aquellos candidatos que, explícitamente, se han comprometido a defender las tendencias e intereses de los grupos sociales que integramos en mérito a nuestra actividad económica, a los valores inspirados en el grupo familiar y a nuestra propia evolución social y cultural. El resultado de las elecciones incide gravemente en nuestra vida, en la medida en que las nuevas políticas de los elegidos pueden desaparecer o incrementar nuestra actividad económica y concretarse en leyes las convicciones morales y culturales que más nos identifican.

En la democracia representativa los candidatos por los que votamos deben representar nuestra particular visión de sociedad. Si ejercemos nuestro privilegio desaprensivamente, guiados por las promesas marketeras, la publicidad engañosa, o por una conversación en la cola, traicionamos nuestras convicciones y, peor aún, ponemos en peligro la supervivencia misma de la democracia y el sentido común en la economía, así como nuestro futuro y el de las nuevas generaciones de peruanos. Lamentablemente, según algunos sondeos de opinión, es apenas una minoría la que vota habiendo identificado sus legítimos intereses personales y los de grupo, para luego seleccionar al candidato que mejor los representa.

De otro lado, la mayoría de las agrupaciones y candidatos que componen la oferta electoral evitan consolidar sus incoherentes propuestas en un verdadero programa político, tratando de atraer a individuos con intereses y tendencias antagónicos; esto es, engañan a los electores poco informados al variar sus posiciones de acuerdo al escenario, cambian su discurso según el auditorio, dificultando maliciosamente la identificación entre los intereses y tendencias de los ciudadanos, con las verdaderas intenciones de los aspirantes a representantes. Obviamente, la democracia representativa se desnaturaliza, perdiendo calidad, cuando la demanda cede ante el engaño y la oferta enmascara su absoluta falta de principios e ideas propias, como pragmatismo. Como la democracia es un ejercicio permanente de negociación y consenso y no solo un acto electoral, las consecuencias de una mala elección se prolongan por todo el período del mandato, pues la comprobación del error lleva a la deslegitimación; siendo que el elector no se siente representado en los debates y decisiones. En un país con sistema de partidos, la solución sería ir a nuevas elecciones generales, pero en el Perú la salida pasa por la reforma, para consolidar la futura relación entre electores y elegidos.

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