La perpetua primicia
Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará; nada hay nuevo bajo el sol, dice el Eclesiastés. Sin embargo no hay persona que no se sorprenda cada día con alguna perdida revelación, con algún inusitado descubrimiento. O con el hallazgo, de repente increíble, de que le ha sido dado crear. La luz está encendida, es verdad, pero podemos apagarla y tratar de ver como jamás hemos visto. La vida es un claroscuro permanente y aún cuando todos vivamos bajo el sol, el sol no lo cubre todo.
Hay una zona de nosotros (el espacio hierático) que se extiende en una dimensión inabarcable y que, anidando en la médula de nuestro ser, anida también en sus antípodas, como a millones de años luz, allí donde no llega ningún sol ni ninguna sombra se cierne sobre el mundo. Lo que fue será, pero ¿y lo que no fue o lo fue de alguna manera todavía no revelada? Lo que se hizo, se hará, pero ¿y lo que no se hizo, lo que estuvo a punto de hacerse, lo que se levantó en el reino del silencio y de los sueños?
Cualquiera que haya intentado conocer algo o a alguien sabe que esa experiencia, más que un chispazo es una llama lenta y furtiva que va descubriendo poco a poco la forma y el fondo de una naturaleza, de una personalidad, de un carácter. Y que ningún tiempo es tan largo como para agotar esa búsqueda de esa identidad amada cuyo velo quisiéramos correr sin intuir, y estamos destinados a conocerla sólo por el revés o por la apariencia. ¿Quién no ha sentido al mirar una cara entrañablemente familiar o al tocar un objeto tan cercano como una piel querida, que ambos no eran cosa del pasado sino del futuro y que recién nos iban a revelar su incontable secreto? ¿Quién, más de una vez, ha descubierto lo que no existe y ha encontrado lo que irremisiblemente se perdió en un tiempo insondable?
Porque bajo el sol está la vida y porque es ésta nuestra única morada, siempre habrá algo nuevo bajo su luz (y si no bajo su sombra). Condenados a ser libres, no nos queda más remedio que encontrarlo. Nunca sabremos si eso nuevo existe o si es sólo un invento de nuestra imaginación o un ardid de algún dios o una de las tantas ironías de nuestro destino. Pero lo hallaremos y eso justificará –si acaso- nuestra peripecia en la tierra.
De aquí para allá vamos persiguiéndolo como un reportero la nota del destape, de la gran historia, del revelador descubrimiento. Sucede en cualquier momento aunque a veces nos da la sensación de que no sucede nunca o de que es lo único que sucede. Pero sucede y nos confunde. La violencia, la locura, la sombra, el túnel, el abismo, el dolor, el crimen, la maldad, el egoísmo, la miseria humana. Sin embargo y pese a todo, del otro lado, al frente, al costado, en el centro, están la sonrisa, la humildad, la caricia, el abrazo, la compasión, el altruismo, la fe, la solidaridad, la esperanza.
Pareciera que las tinieblas opacan a la luz; que la noche es larga y el día es corto o que día y noche son las dos caras tristes y grises de una misma moneda. ¿Cuál es la realidad? Ya no lo sé. Lo que sé es que la perpetua primicia no es la muerte sino el amor.