La personalidad conflictiva
La personalidad conflictiva se caracteriza por personas indecisas, que no saben lo que desean o, sabiéndolo, buscan problemas. Generalmente son insatisfechas, encuentran conflicto donde no lo hay, son envidiosas, intransigentes, rígidas, poco solidarias, y proyectan sus conflictos internos sobre los demás. Se obsesionan con una idea y no se detienen hasta cumplirla, aun si esto implica dañar a otros.
En sus relaciones de pareja, familiares o sociales, son conflictivas porque siempre desean tener la razón, incluso cuando no la tienen. Son tercas, soberbias, no escuchan consejos y actúan con prepotencia. Algunas personas a su alrededor, por interés o conveniencia, refuerzan su comportamiento erróneo.
Esta actitud frente a la vida no aparece de la noche a la mañana; tiene raíces en la infancia. A menudo se trata de personas que crecieron sin sentirse valoradas. Sus padres no los escuchaban, nadie esperaba mucho de ellos, y fueron orientados inconscientemente al fracaso. Muchas veces fueron avergonzados, no se les permitió desarrollar autoestima, ni se les enseñó a valorar a los demás. Como resultado, no se valoran a sí mismos.
Tampoco fueron alentados en su aprendizaje ni reconocidos por sus logros. Si al niño o niña se le generan sentimientos de culpa por errores cometidos, crecerá con una imagen negativa de sí mismo. Es esencial que los hijos acumulen experiencias positivas de acuerdo con su desarrollo. No se les debe humillar; se necesita paciencia y comprensión para fortalecer su autoestima.
A los niños hay que darles crédito por lo que son, sin compararlos. Hacerlos sentir inferiores, llamarlos con apodos como “torpe”, “cochino”, “dormilón” o “odioso” genera un dolor que puede tener consecuencias graves en la formación de su personalidad.
No enseñarles a aceptar a los demás contribuye a su aislamiento social. Si una persona crece sin amistades, cargará resentimientos hacia sí misma y hacia otros. La falta de motivación los vuelve conformistas y egoístas, ya que no comparten ni se solidarizan.
Compararlos con otras personas alimenta su inseguridad y los priva de desarrollar confianza. Si no se les enseña a sentirse orgullosos de sus logros, se les frustran sus iniciativas. La familia y el hogar son fundamentales. Un entorno disfuncional afecta directamente el desarrollo integral de la personalidad. Los vacíos emocionales que no se superan en la infancia persisten en la adultez, generando serias dificultades.
Uno de los rasgos más comunes en una personalidad conflictiva es que nunca ha sido verdaderamente escuchada. Algunos padres incluso les han inculcado una obsesión por la perfección, sin enseñarles que la imperfección es parte de la vida. Esto impide que crezcan con fortaleza emocional y, en su lugar, desarrollan miedo a los retos.
Un claro ejemplo de personalidad conflictiva lo representa la ex fiscal de la Nación, Delia Espinoza. Desacató la orden de la Junta Nacional de Justicia de reincorporar a la doctora Patricia Benavides como fiscal de la Nación y fiscal suprema. Se enfrentó a la JNJ, los denunció y abrió carpetas fiscales contra representantes de diversas instituciones, mostrando pérdida de objetividad y visos de politización. Esto evidencia inestabilidad y justificaría, desde un enfoque institucional, una evaluación psiquiátrica y psicológica, para determinar si su perfil de personalidad se ajusta al ejercicio de funciones tan sensibles en el Ministerio Público.
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