La pieza faltante
Escribía Ribeyro: “Somos un instrumento dotado de muchas cuerdas, pero generalmente, nos morimos sin que hayan sido pulsadas todas. Así, nunca sabremos qué música era la que guardábamos. Nos faltó el amor, la amistad, el viaje, el libro, la ciudad capaz de hacer vibrar la polifonía en nosotros oculta. Dimos siempre la misma nota”. Quizás en diversas edades de la vida percibiremos una nota faltante, el libro que no escribimos, el romance que atracó en un sueño, el viaje roto y hasta los placeres que rehuimos para “seguir incompletos”.
¿Cuál es la pieza faltante de tu rompecabezas? ¿Cuál tu nota faltante? Preguntas que nos solemos hacer en algún momento mientras creemos que la vida rebasa. La única pieza que falta es siempre uno mismo, cuando es uno quien nunca está, cuando es uno quien no corre con sus hijos, cuando es uno quien no besa a su mujer, cuando es una quien no respira la mañana, cuando es una quien no se sabe plena en su soledad, cuando es uno quien se pierde a Tchaikovski, cuando es uno quien no repara en el bosque ante sus ojos ni en la neblina reparadora… cuando es uno quien se ausenta…
Buscamos lejos lo “valioso” cuando está dentro o cerca, y así la vida se torna en una sumatoria de exploraciones idiotas. La pieza faltante de tu rompecabezas, la nota, no es París, es la salida familiar a una feria de artesanías; no es la gloria del aplauso sino la satisfacción de la pequeña buena obra en tu oficina; no es la musa de maravilla sino el éxtasis de una plegaria auténtica que nos trasciende.
Todo está al alcance de la mano hasta que lo perdemos por ilusas premuras. No desees ni esperes, dicen los orientales y lo dice el Tao en su pacto con la inmovilidad. La espera es sufrimiento, “estar” es goce, es atención plena, es adaptación, es sencillez. La polifonía a la que se refiere Ribeyro nos habita como una música interior de notas móviles que nunca logramos capturar porque las ignoramos. Nada nos falta, venimos equipados más allá de nuestras carencias, pero es del hombre buscar lo que cree no tiene, su insatisfacción con el cofre que no abre aunque guarde la llave en el bolsillo. Nos habita un sinfín de notas desconocidas, adicionales, extrañas, fascinantes, de esas que no dimos y nos perdimos… porque nunca estuvimos para tocarlas.