La policía política del progresismo
María, como todos los días, se levanta a las tres de la madrugada para preparar los sánguches y el emoliente que luego llevará al paradero donde se gana la vida vendiendo comida para alimentar a sus tres hijos. Su Jasmín cumplió catorce años hace dos meses y los chicos del barrio han empezado a frecuentar su casa. María está preocupada. No quiere que a su hija le pase lo mismo que a ella que la tuvo a los 17 años. Ahora, a los 31, ve las cosas con menos ilusión, pero trabaja de sol a sol por sus hijos. Lejanos están los días en los que pensaba que haría una vida de familia con Juan en su pueblo del que tuvo que emigrar cuando él murió en un accidente y la vida se le hizo cuesta arriba.
¿A María acaso le importa que el Perú tenga una Asamblea Constituyente? ¿Alguien cree que a ella le preocupa quién será Fiscal de la Nación o si la Junta Nacional de Justicia y la Corte Interamericana de Derechos Humanos actúan con sesgos políticos? La respuesta es no. María sabe que la justicia es algo que no es para ella, que las tres horas de camino desde su asentamiento humano donde vive sin agua, desagüe ni luz, hasta el paradero, no son justas, pero no tiene tiempo de pensar porque necesita empujar su carrito para trabajar.
Pero mientras el drama de María y el de millones de personas como ella se desarrolla cotidianamente, ahora miles de burócratas bien remunerados serán designados como oficial de igualdad en las entidades públicas: ministerios, gobiernos regionales, municipalidades, entidades autónomas.
¿A qué se dedicarán estas personas? En palabras de la actual ministra de la mujer ellos trabajarán con los demás para “construir la igualdad, eliminando todos los estereotipos de género, ese lenguaje sexista, esos chistes sexistas, promoviendo la inclusión de las mujeres al empleo”.
Es decir, en palabras de esta señora, más importante que María tenga educación, salud y seguridad es “eliminar el lenguaje sexista” y los “chistes sexistas”. No lo dice explícitamente, pero en sus palabras se insinúa el cuestionado y autodenominado “lenguaje inclusivo” que ha sido desacreditado por la Real Academia Española y por personalidades como el premio nobel peruano Mario Vargas Llosa, entre otras personalidades.
Poco le importará a María, mientras empuja su carrito de vuelta a casa para descansar y mañana iniciar otra jornada, lo que hagan estos “oficiales de igualdad” en el aparato estatal. Estamos asistiendo, en realidad, a la implantación de una policía política del progresismo que distrae recursos que deberían utilizarse para ayudar a personas como María. En vez de eso, este cuerpo para policial de dedicará a perseguir a quienes no piensen como ellos, es decir, a la gran mayoría de los peruanos.
Debo recordar que durante el régimen del golpista Pedro Castillo fue nombrada ministra de la mujer un activista de una conocida ONG feminista (alguien dijo que fue recomendada por una congresista de ultraizquierda). Esta señora emitió un decreto supremo que obliga a todas les entidades y empresas públicas a capacitar a su personal en el enfoque de género. ¿Y quién hará esta capacitación? El ministerio de la mujer y Servir. Es obvio que también se deja la puerta abierta para tercerizar de tal manera que esa señora, ex ministra del corrupto Pedro Castillo, podrá “capacitar” a funcionarios públicos en enfoque de género. Un escándalo mayúsculo.
Es un despropósito que el Estado sea indiferente a las carencias de personas como María y sus hijos. Como diría Nicomedes Santa Cruz: “vergüenza debiera darles” al ocuparse de algo tan intrascendente como el lenguaje sexista o el ridículo “lenguaje inclusivo” con ejércitos de burócratas que mejor harían en orientar esos recursos para atender necesidades urgentes como agua potable y alcantarillado, seguridad ciudadana y más trabajo.
Lo que sucede en el Perú es responsabilidad de todos porque somos nosotros los que hemos elegido a nuestras autoridades. Ha llegado el momento de hacer una autocrítica y erradicar la idea de que un líder iluminado nos llevará como por arte de magia a la prosperidad y seguridad que ansiamos.
Informémonos sobre las personas que podrían ser elegidas como autoridades en las distintas instancias del aparato estatal. Elijamos racionalmente, rechacemos a los corruptos y mentirosos y nuestro país retomará el camino hacia el desarrollo sostenible que merecen las futuras generaciones. Es hora de poner manos a la obra.
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