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La política exterior del Perú y el canciller de turno

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Fecha Publicación: 06/11/2023 - 21:30
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Los Estados tiene vida interna e internacional. La primera es intraestatal y es fundamental pues sin ésta es imposible construir el frente externo de nuestro país. El eminente excanciller Carlos García Bedoya decía que la política exterior no es otra cosa que la externalización de la vida nacional, es decir, de los intereses nacionales, y eso es verdad. Así, colocar espárragos o arándanos es parte del objeto de la referida proyección y no estamos diciendo que los diplomáticos vendan nuestros productos, sino que construyan puentes para facilitar ese objetivo nacional que es tarea de nuestros empresarios y otros actores del mundo de los negocios. También es verdad que los Estados cuentan con intereses internacionales como sucede con el objetivo de asegurar petróleo para nuestro desarrollo o granos o fertilizantes para no morir de hambre. Por eso es muy importante hacer seguimientos de las guerras en Europa del Este y en el Medio Oriente, de tal manera que consigamos la correlación entre ambos ámbitos de la vida del Perú como Estado soberano y sujeto del derecho internacional. La dirección de la política exterior del Perú es una prerrogativa que corresponde al presidente de la República conforme la Constitución Política de 1993 y eso es correcto. Ahora bien, el mandatario deberá contar con un indispensable apoyo profesional para la mejor proyección de la referida política exterior y esa tarea está encomendada al Servicio Diplomático de la República y al Personal Administrativo, nombrado y contratado.

Ahora bien. No es que los diplomáticos de carrera sean los únicos idóneos para llevarla adelante en su proceso aplicativo a través de nuestras embajadas, representaciones permanentes y consulados por el mundo, pero sin duda corresponde a este colegiado ad hoc liderarlo pues se ha preparado para esa tarea funcional, estratégica y operativa; sin embargo, si el diplomático no cuenta con olfato político, será muy difícil que pueda conseguir el objetivo que pretende el jefe de Estado. De allí que el ministro de Relaciones Exteriores si proviene de las canteras de los diplomáticos de carrera, está llamado a actuar políticamente. Gran parte de los últimos cancilleres diplomáticos de nuestro país, una vez que son ungidos con la alta membresía de ministros de Estado, cometen el error de seguir actuando como diplomáticos de carrera, olvidándose que por su nueva posición han quedado convertidos en actores políticos, costándoles mucho actuar en esa condición, hasta volverse presa de los temores y la inseguridad porque conducir y administrar el poder es un asunto distinto a recibir instrucciones porque deben dictarlas. Cuando eso pasa ayudan poco o nada al jefe de Estado, que es el actor político por antonomasia de nuestra vida política internacional.

El canciller debe ser creativo políticamente y deberá proponerle al mandatario lo que deberá hacerse mirando los intereses del país. Si el canciller por conservar su puesto termina haciendo lo que le pide el presidente, es decir, sin advertirle las fortalezas y las debilidades de lo que interesa al país, no ayudará, y terminará delimitando una bomba de tiempo para el país y desde luego para el propio presidente que en él confió. A la luz de nuestra coyuntura, que nuestra diplomacia y nuestra política exterior recuperen el camino del liderazgo porque si prosigue más de lo mismo –al cierre de esta columna no sabemos quién conducirá los destinos de Torre Tagle–, nuestro camino internacional quedará inexorablemente circunscrito otra vez a la trágica diplomacia del cangrejo.

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