La Princesa del Lava Jato
El caso más importante de corrupción del presente siglo se ha descalabrado por responsabilidad de un grupo de fiscales politizados y prevaricadores, que fueron parte de una coalición junto con políticos, ONG, estudios de abogados y medios de comunicación que lo usaron como un arma contra sus adversarios y una coraza protectora de sus amigos.
Al final, casi todos los corruptores y los corrompidos siguen libres, disfrutando del dinero mal habido.
Cuando el escándalo estalló en Brasil, los dueños y directivos de Odebrecht y otras empresas se vieron obligados a colaborar con la justicia y delatar a sus cómplices, en la monumental trama de corrupción que se extendía por toda América Latina, apadrinada políticamente por Lula da Silva y sus secuaces.
En el Perú los empresarios culpables quedaron libres y con sus fortunas casi indemnes. Los funcionarios extranjeros pudieron llevarse hasta el último centavo, sin que los fiscales les incautaran nada.
Los fiscales beneficiaron a empresas como Odebrecht, que solo tuvo que responder por cuatro casos –dejando fuera otros como el Gasoducto del Sur–, con un compromiso de pagar una multa relativamente pequeña en quince años y pudiendo vender activos como Chaglla por una suma millonaria. Todo eso, a cambio de información que fue proporcionada con cuentagotas y convenientemente direccionada por esos fiscales y la mafia caviar, sus socios en la coalición vizcarrista.
Algunos de los cabecillas –y favorecidos– de la componenda, como Gustavo Gorriti, sostuvieron con descaro que había que confiar en Odebrecht porque era una empresa arrepentida y reformada.
Ahora ya no quedan dudas de que Odebrecht y otras empresas, con la anuencia y complicidad de esos fiscales prevaricadores, endiosados hasta la náusea por la coalición vizcarrista, se han burlado del podrido sistema de justicia peruano.
La persecución a sus enemigos con la falsa acusación de lavado de activos fue evidente, y la protección a sus amigos fue descarada. Por ejemplo, cuando un periodista de investigación ecuatoriano descubrió una relación de sobornos de Odebrecht a peruanos por el Gasoducto del Sur, salió a luz que a una “Princesa” le habían entregado novecientos mil dólares en el gobierno de Ollanta Humala y Nadine Heredia.
La versión que se difundió, tramada entre la empresa y los fiscales prevaricadores, fue que se trataba de un abogado que no ocupaba ningún cargo público. Además, ya se había determinado que tenía un seudónimo en las planillas de Odebrecht, “Disco”. Pero con toda desfachatez, lo involucraron por la sencilla razón de que ¡ya había fallecido! No podía defenderse ni se podía rastrear el dinero.
Mientras tanto, la auténtica “Princesa” sigue disfrutando, impunemente, de su fortuna al lado de su también impune príncipe.
Estos miserables fiscales, apañadores de la corrupción, estafaron de manera descarada a todos los peruanos, en este caso y en varios otros.
Y ahora, algunos caviares y sus abogados, que fueron partícipes de esa gigantesca farsa, aparecen liderando las críticas a los fiscales prevaricadores, acomodándose para seguir medrando.
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