La reacción chilena y el territorio terrestre
Una vez que fue detectado que los paneles solares, colocados por Argentina, se había hecho –fortuitamente–, invadiendo tres metros dentro del territorio chileno, el presidente mapuche, Gabriel Boric, saltó hasta el techo para exigir que sean retirados, inmediatamente. Desde Europa, y en exacto ejercicio de sus prerrogativas como mandatario, Boric ha dicho: “Si Argentina no los retira, lo haremos nosotros”.
Observemos qué importante es dirigir la política exterior del Estado (Presidente) o ejecutarla (Ministro de Relaciones Exteriores) con carácter y mucho respeto, eso sí, por la soberanía nacional. Debo relievar en el contexto de la presente crisis diplomática entre Argentina y Chile, que el gobierno del presidente Javier Milei, ya se había disculpado, hace pocos días, reconociendo que se trató de un error de cálculo la referida colocación de los paneles pues efectivamente se hizo dentro del suelo de Chile.
Pero ¿por qué sucede todo lo hasta aquí narrado entre dos Estados, de tal manera que se produce un roce al más alto nivel de Estado? La respuesta es muy sencilla: porque en pleno siglo XXI, en que sigue adelante la tendencia internacional por relativizar la soberanía de los Estados, la tesis westfaliana –la Paz de Westfalia puso término a la Guerra de los Treinta Años en Europa en 1648– de la soberanía territorial hasta por centímetros cuadrados, sigue siendo dominante. Por territorios terrestres los Estados han vivido episodios bélicos a lo largo de la historia indescriptibles. Nos pasó precisamente con Chile que, por la guerra del siglo XIX, arrancó a Bolivia la región de Atacama y a Perú los territorios de Tarapacá y Arica. Hoy, lo vemos en el caso de Ucrania con Rusia donde este último intenta arrebatar toda la región del Donbas ucraniano y conservar la península de Crimea, también ucraniana, que anexó en 2014.
Con lo anterior, una cuestión poco abordada es la enorme diferencia que existe entre el territorio terrestre y el territorio marítimo. En el terrestre no podría cruzar ni un alma por la frontera peruano-chilena sin consentimiento previo de los Estados, y, en cambio, por el mar existe la libertad de navegación, donde la soberanía ya no está gravitando en las aguas sino en los recursos vivos (peces) y no vivos (minerales), lo que hasta ahora no se entiende por quienes creen absurdamente que no se puede navegar por las aguas creyéndolas igual que el continente. De ser así nuestro B.A.P. “Unión”, que acaba dar la vuelta al mundo surcando los mares de los cinco continentes, hubiera pasado mil peripecias si acaso no se contara con el principio de Libertad de Navegación consagrado en la Convención del Mar de 1982, del que hasta hoy no somos Estado Parte, absurdamente.
Ahora, bien, mientras el espacio terrestre sí se puede poseer y contar propiedad, en el mar no existe la posesión y mucho menos la propiedad pues jamás se podría invocar una porción de una caleta como sí, en cambio, un terreno. Aunque será conveniente precisar que no tenemos ninguna controversia terrestre con Chile pues estas acabaron con la firma del Tratado de Lima de 1929 y tampoco marítima porque la que tuvimos fue resuelta por un fallo de la Corte Internacional de Justicia en 2014, cuidemos siempre nuestras fronteras, sea por tres metros, como ha pasado con el incidente reciente argentino-chileno.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista
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