La reconciliación deseada

Quizás se pueda vislumbrar una nueva etapa en la vida política del país, tras la muerte de Alberto Fujimori. Ojalá ello pudiera ocurrir. Sucede que la figura del exmandatario nos deja como herencia un país polarizado, no porque él haya buscado este camino, sino por el activismo de pequeños, pero bien organizados grupos conocidos como “caviares” que no han encontrado mejor manera de sobrevivir, y acaso hacer fortuna, bajo el slogan de defender los derechos humanos, para cuyo propósito han colocado al extinto presidente como símbolo violador de esos derechos.
Acertadísimo, entonces, el titular del diario Expreso al dar cuenta de la muerte del exmandatario. Decía la portada: “Murió Alberto Fujimori ¿Se acabará el odio?”. El odio divide, es capaz de activar lo más negativo en el ser humano; el odio solo busca destruir al otro, atacarlo en lo más vulnerable de su ser, humillarlo, acabar con él, destruirlo. Y este odio logró generar corrientes de opinión que se convirtieron, en los hechos, en el antifujimorismo. Bien hace Jorge del Castillo, con la experiencia que da el “antiaprismo”, de promover un cambio en el ideario político, desterrar los “antis”, que nada bien hacen al Perú. Este es el contexto que marcó la vida política en estos últimos 30 años.
El expresidente murió debido al cáncer de lengua que padecía. Su quebrantada salud fue uno de los motivos para que su familia --y en especial Kenji, su hijo-- haya impulsado el indulto presidencial en el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, aunque al poco tiempo haya tenido que retornar a prisión, para luego dejarla en forma definitiva, en diciembre del año pasado, por disposición del Tribunal Constitucional, que declaró válida la medida. Sus adversarios, sin embargo, la cuestionaron, porque preferían que Fujimori muriera en prisión y no en su casa.
Su médico oncólogo, Carlos Gutiérrez, lo explicó así: “Tuve la oportunidad de ver por primera vez al ingeniero en el mes de febrero o marzo. Lamentablemente, lo encontramos con un cáncer de lengua que no era operable por el tamaño y la localización. Así que se decidió el tratamiento con radioterapia y quimioterapia, un tratamiento que es duro y largo, de 6 semanas. Durante ese tiempo, sufrió una caída y se fracturó la cadera, lo cual interrumpió su tratamiento de radioterapia. A pesar de la fractura, tuvimos que seguir tratando su cáncer. El tratamiento no es sencillo; le causó mucha inflamación en la boca y en el cuello, dificultándole hablar y comer, pero no perdió el ánimo y terminó el tratamiento”.
Al evaluar su evolución, el médico, sin embargo, advirtió que “la enfermedad se había ido al pulmón: encontramos un nódulo pulmonar, lo cual cambiaba la historia porque ya no solo teníamos que preocuparnos por la lengua, sino por una enfermedad que se había ido al pulmón. Producto de eso, tuvo problemas respiratorios.”, dijo. Fujimori falleció a los 86 años al caer la noche del miércoles 11 de septiembre, paradójicamente, el mismo día en que muriera el líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, 11 de septiembre de 2021, derrotado por el expresidente para tranquilidad del país.
Las redes sociales y sus distintas plataformas fueron los medios preferidos para que políticos, líderes sociales y gente de a pie expresaran su dolor por lo sucedido, aun cuando no faltaron algunos que prefirieron insistir en repetir las críticas contra su gestión, especialmente en el terreno de los derechos humanos. El expresidente Kuczynski demandó en su cuenta que el Perú debería “dejar los rencores de lado”, precisando que la gestión del expresidente “dejó un balance muy positivo”.
Desde el jueves en que se inició el Duelo Nacional, miles de personas, de todos los lugares del país, vienen desfilando ante el féretro del expresidente en el edificio del Ministerio de Cultura. Descanse en paz, así como mi buen amigo Roberto Challe. Extiendo a sus familiares el más fraterno de mis condolencias.

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