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La reforma política postergada

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Fecha Publicación: 24/02/2025 - 22:10
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Qué duda cabe de que el Perú es un maravilloso laboratorio de Ciencia Política, taller extremo de Derecho Constitucional, desde 1977, cuando se convocó a la Asamblea Constituyente como instrumento para salir ordenadamente de la dictadura militar, ahogada por la crisis económica surgida años antes en Estados Unidos. Entonces, se habló de la salida a la peruana en muchas universidades del mundo. Desde entonces, se debatió intensamente sobre la viabilidad del sistema democrático y de la endémica debilidad de nuestras instituciones.
Después de haber enfrentado exitosamente el fenómeno terrorista más importante de América, de haber experimentado el vaciamiento del sistema de partidos y comprobado la existencia de un poder no democrático al interior del Estado, bajo la dirección de una ONG que tiene más características de partido político que de grupo periodístico, es necesario repensar nuestro régimen político para reconstruirlo de una manera realista y sensata.
Para comenzar, los griegos antiguos, inventores de la democracia, no hubieran entendido cómo se pretende lograr un régimen de cierta calidad cuando se obliga a todos los ciudadanos a participar del sufragio, aun cuando pueda no interesarles la elección o, peor aún, desconozcan las consecuencias ideológicas y programáticas de su voto, emitido por ocasional simpatía o frágil identificación por un simple gesto o frase.
En una comunidad política de más de 24 millones de electores, es imposible que la mayoría tenga la información suficiente para tomar una decisión política, peor aún si nos enfrentamos a la posibilidad de tener más de 40 candidatos presidenciales, la inmensa mayoría de ellos representando tan solo su ambición y egoísmo.
El voto debería ser voluntario, conforme a la teoría anglosajona del sufragio como derecho, al ser expresión de la soberanía popular, contraria a la teoría prusiana del sufragio como función, por tanto, obligatorio, al responder a la noción de soberanía nacional.
Si los partidos están aún en crisis y abundan las agrupaciones temporales que ofertan candidatos a la presidencia sin marca ni garantía alguna, se debería evitar el sistema proporcional que hace necesaria la presentación de listas completas a las cámaras, sumando miles de candidatos, siendo inevitable que muchos de los que obtengan un escaño carezcan de la preparación indispensable.
Una reforma política verdadera hubiera instaurado el sistema de mayorías con uninominalismo, pequeñas circunscripciones electorales que eligen un solo diputado, estrechando la relación de representantes y representados.
Esa misma reforma política debió haber consagrado las primarias obligatorias entre los precandidatos a la presidencia, con el requisito de obtener, como mínimo, un 8% de los votos válidos para poder inscribir una candidatura formal ante el JNE, en lugar de aprobar las primarias truchas al interior de cada agrupación, solo para acabar de destruir el sistema de partidos.

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