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La regionalización en debate

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Fecha Publicación: 26/02/2023 - 23:00
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Improvisación, criollada, trampa, viveza y, por supuesto, corrupción constituyen adjetivos calificativos que encajan, claramente, con el estilo de gobierno al que nos tuvo acostumbrados Alejandro Toledo Manrique. El “cholo sano y sagrado”, según palabras de su aún esposa. Ayer EXPRESO tocó un tema neurálgico: el fracaso de la descentralización, regionalización o como quiera llamársele. Allí analizamos ese esperpento que, irresponsable y temerariamente, impuso el toledato. Empecemos diciendo que Toledo cogobernó con apoyo de la camorra caviar, que se inauguraba en el poder controlando este país de la mano de un corrompido, hoy próximo a entrar en un calabozo del penal llamado Barbadillo donde cohabitará con su némesis Alberto Fujimori y su paisano andino Castillo.

Descentralizar un país no es simplemente crear gobiernos regionales; tampoco dar más presupuesto a las regiones que a la capital; o dividir el territorio, como lo hizo Toledo, repitiendo las mismas reparticiones provinciales de antaño. ¡Eso ya había fracasado! ¿La razón? Porque un país -del tamaño de Perú- no es viable si, junto con el presidente de la República, cogobiernen la nación otros 25 sujetos, a quienes Toledo bautizó de “presidentes regionales” dándoles un rango demasiado cercano al suyo. Basta conocer que el país más poderoso del orbe, con 300 millones de habitantes, tiene 50 gobernadores (que manejan otras tantas circunscripciones llamadas estados); y acá, con diez porciento de aquella población y apareciendo entre los últimos países en importancia en el orbe, nos demos el lujo de tener más de la mitad de gobernadores que EEUU. O comparados con China que, con 1,300 millones de habitantes, tiene tan solo cuatro regiones autónomas y 31 prefecturas regionales. ¡Es decir, acá tenemos seis veces más jerarcas autóctonos que aquellos cuatro chinos que manejan otras tantas regiones autónomas, a través de las cuales gobiernan de manera muy eficiente a 1,300 millones de ciudadanos! Seamos prácticos, imaginativos. Bastarían sólo cuatro regiones –Norte, Sur, Oriente y Capital- para que el Perú sea muy superior a este mal manejado, desvencijado país que tenemos ahora.

Cada día comprobamos, con más razones, que gobernar un país como el Perú es imposible, amable lector. 25 galifardos regionales más el galifardo capitalino –y encima de ellos el Congreso de la República- son los culpables de que nada funcione. Cada cual opina, manda, roba, conspira, etc., pensando únicamente en su propio beneficio. ¿La ciudadanía? ¡Que arree! Además, perseveramos en la incoherencia de haberle cedido casi setenta por ciento del presupuesto de la República a aquellas 24 regiones, desfinanciando a Lima capital adonde habita el 33 % de la población del país. ¡Esto hace absolutamente imposible cualquier intento de control y eficiencia presupuestal! Por tanto, paraliza toda probabilidad de éxito del país.

Si en lugar de convocar a esa multitudinaria comisión de inútiles y egocéntricos ‘notables’ que integran el mamotreto llamado “acuerdo nacional”, el Congreso convocase a no más de cinco lumbreras peruanas –¡que sí existen!- para idear una nueva ley de Regionalización del país, nuestros legisladores pasarían a la historia como príncipes. Pero, claro. ¡Esto es tan solo un sueño imposible!

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