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La representación inadecuada

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Fecha Publicación: 23/09/2022 - 21:20
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Realizamos actos personales de manera directa y en otras oportunidades solemos pedir a otra persona para que los realice en nuestro nombre. En ambos casos, los efectos legales son idénticos en el sentido que asumimos la plena responsabilidad sobre las consecuencias jurídicas que genera el acto propio o el realizado en nuestra representación.
Creemos necesario hacer una toma legal de este tema, para conocer los estándares aceptados a fin de designar a esa otra persona que, por nuestra propia voluntad, va a realizar lo solicitado por nosotros y que, por alguna circunstancia, no podemos hacer directamente.
La persona que nos representa debería ser la más idónea para el acto, función o actividad que queremos que realice, además de gozar de nuestra confianza y estar seguros que será consciente del encargo que recibe y acepta realizar.
Imaginemos que pedimos a alguien, con nula o poca experiencia en operaciones financieras, utilice la aplicación de nuestro móvil para transferir una buena cantidad de dinero. Si quien recibe nuestro pedido es una persona honesta no aceptará tal encargo, porque -ante muchos supuestos- puede hacer las cosas mal, demostrando así ser responsable de su actuar.
Cuando el designado ha rechazado nuestro pedido, la responsabilidad de no realizar el encargo es solo nuestra, en la medida que el error radica en haber hecho el pedido a alguien incompetente, pero este se libró de consecuencias negativas por ser honesto al declarar sus limitaciones; y, en el segundo supuesto, tenemos a dos responsables, quien designa y quien realiza la acción, ambos de manera ajena a los estándares esperados.
Como vemos, en ningún supuesto nos libramos de responsabilidad, entendida esta como la consecuencia que generan nuestros actos, y dentro de ellos podemos encontrar el haber designado a alguien incompetente para realizar algo, muy a pesar de que tenga la buena intención de hacer las cosas bien o de ir aprendiendo en el camino. Todos los actos realizados nos pasan la cuenta y somos culpables de no saber elegir a la persona idónea, que nos pueda causar menoscabo en nuestro patrimonio o dañar la buena imagen o reputación de quien representa.
Al leer este artículo, nuestros amables amigos que nos siguen cada sábado deben estar recordando la reciente gira presidencial a EE. UU. y reafirmarse en la ineluctable obligación de escoger al representante adecuado para ejercer el cargo adecuadamente.
Finalmente, similar a como dice la canción del Gran Combo: “si te quieres divertir, con encanto y con primor, sólo tienes que oír al peruano en Nueva York”.