La revolución pacífica
Luego del evento organizado por Yeni Vilcatoma en el Congreso bajo el sugestivo título de “Un Perú sin Odebrecht” me reafirmo en el postulado central de mi partido Perú Nación sobre la imperiosa necesidad de realizar en nuestra Patria una Revolución Pacífica que liquide la corrupción e inicie una nueva era donde los valores y no la codicia se constituyan en el motor de la vida nacional.
Esa sociedad sin violencia estructural y con justicia social a la que, de una u otra forma, aspiramos los peruanos, no podrá jamás construirse sobre la plataforma de un país manejado por la corrupción sistémica, vale decir un sistema de corrupción que mancha todas las instancias de poder político, económico y social en un escenario en el que el propio Marcelo Odebrecht ha calificado a la “clase” política peruana como una de las más corruptas de América Latina, lo cual está corroborado por el registro de por lo menos cinco presidentes acusados de coimas desde el inicio de la era de la corrupción en 1985.
La estrategia de grandes organizaciones criminales como Odebrecht no consiste en el simple expediente de coimear, por ejemplo, a Toledo con 20 millones de dólares: el objetivo es controlar el poder político para, desde esa esfera, dirigir el manejo de los fondos del Estado en su propio provecho.
Tal es el caso emblemático de Kuczynski, un clásico operador que aprovechó sus altos cargos en el Estado peruano durante un largo período para llenarse los bolsillos a través de compañías ‘offshore’ que daban asistencia “técnica” y “financiera” nada menos que a Odebrecht, quien contrataba con el visto bueno del mismo Kuczynski.
A través de la creación del Consejo Nacional de Moral Pública, Perú Nación plantea la necesidad de formar un organismo libre de contaminación, dirigido por personas de probada honestidad e impoluta trayectoria, que actúe como un ente de control externo del Estado y, en particular, del Poder Judicial y el Ministerio Público, ya que es ilusorio creer que los propios corruptos se van a reformar a sí mismos.
Y que, en ese contexto, impulse y vigile la implementación de una política educativa en valores de la cual carece el Estado peruano, hoy capturado por los ideólogos de género, exponentes de un desviado marxismo cultural como le consta a todo el país.
(*) Presidente de Perú Nación
Presidente del Consejo por la Paz