La rivalidad sunitas vs. chiitas como factor de las complejidades en Medio Oriente
Analicemos los episodios violentos, expresados en atentados y ataques que se producen en diversas partes del Medio Oriente, a partir de las dos ramas más importantes del Islam, es decir, los sunitas y los chiitas, para considerarlo como un factor, aunque no central ni decisivo, sí, en cambio, como uno que pudiera influir a la hora de explicar la actual convulsa circunstancia en esa región, más de la habitual por cierto, pues no deja de ser conflictual. Veamos, primero, el asunto histórico del problema entre sunitas y chiitas, y luego, miremos el tablero del Medio Oriente, y de las fichas en riesgoso movimiento. La rivalidad data desde los tiempos posteriores a la muerte de Mahoma, el Profeta Mayor del Islam, en el 632 d. C., cuando los seguidores de Alí, el primo y yerno de Mahoma (chiitas), se enfrentaron en la batalla de Karbala (680 d. C.), a los doctos que interpretaban las sunnas (sunitas) con Abu Baker a la cabeza. No es casual, entonces, que los Estados que se han formado con el correr de los siglos en esa región asiática, hayan terminado consolidándose en algunos casos como chiitas –es el caso de Irán– o sunitas como sucede con Arabia Saudí, y por esa razón archienemigos islámicos en esos territorios.
También pasa con los paquistaníes, que son mayoritariamente sunitas, que, al ser recientemente atacados por Irán, respondieron con otro sobre los persas. Las rivalidades no tienen cuando acabar. Hace pocos años en Arabia Saudí, uno de los Estados árabes donde la sharia o ley islámica se aplica de manera implacable y donde la mayoría de sus habitantes son wahabistas, es decir, practican la modalidad sunita más extremista, fueron ejecutados cerca de medio centenar de chiitas, entre los que se encontraba el importante líder religioso Nimir al Nimir, que vivió por una década en Irán, donde fue formado en las fundamentaciones chiitas del Islam. De otro lado, el Estado Islámico o ISIS, que tuvo una fuerte presencia a la caída de Osama Bin Laden, y que tiene un origen sunita, se dio a conocer mundialmente por la ferocidad de sus ejecuciones sobre grupos chiitas como el Hezbolá, la milicia libanesa extremista convertida en un verdadero óbice para Israel. Yemen, donde los hutíes se han convertido en el terror en el mar Rojo por sus asaltos y ataques a las embarcaciones que por allí navegan, son principalmente chiitas, y por eso cuentan con apoyo del régimen teocrático chiita de Teherán y lidian contra el gobierno yemení en el exilio, apoyado por Arabia Saudita, que ya referimos sunita. Finalmente, no olvidemos que Sadam Hussein, el dictador de Irak, era de la minoría sunita en el país, y luego de un juicio, un tribunal principalmente chiita, lo sentenció a morir en la horca por la matanza de 148 chiíes en 1982 en la aldea de Dujail, al norte de Bagdad, la capital iraquí. Aunque todo lo anterior no es una regla pues Hezbolá e Irán, que son chiitas, apoyan todo el tiempo al Hamás, que es sunita. De allí que no siendo una regla la referida rivalidad entre sunitas y chiitas, es un factor que ayuda a explicar en parte la compleja situación en Medio Oriente, que no se circunscribe exclusivamente a una animadversión hacia Israel, si no, como se aprecia, al interior del propio Islam, la tercera religión monoteísta en aparecer cronológicamente en la historia de la sociedad internacional y que junto al judaísmo y al cristianismo, son religiones de amor y de paz. Considerando la realidad que comentamos, queda claro que la relación, muchas veces irreconciliable de fondo, se da, entonces, en dos niveles: entre Estados y entre grupos extremistas, en ambos casos, eso sí, agravando la situación en la región y amenazando a la paz en el mundo.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.