La segunda ola de inversiones chinas
A raíz de la visita de la presidenta Boluarte a China se ha empezado a delinear lo que constituiría la segunda ola de inversiones chinas en nuestro país:
El ferrocarril Acre-Chancay, que viabilizaría la salida al Pacífico del comercio exterior de Brasil; la instalación de la planta de ensamblaje de vehículos eléctricos chinos de BYD; el paquete de proyectos ferroviarios por US$ 31 millones presentado por el MTC en China; la renovación del sistema de transporte público (reemplazará a una gran cantidad de combis y taxis en un plazo de cuatro años); el nuevo puerto de Marcona, etc.
Estas inversiones se sumarían a las de la primera ola: el megapuerto de Chancay, el monopolio de la distribución eléctrica de Lima y Callao (adquisición de distribuidoras del norte y del sur), la minera Las Bambas, diversos proyectos mineros, las hidroeléctricas de Chaglla, la adquisición de otras generadoras de energía, etc.
Si bien algunas de estas inversiones, aisladamente, pueden ser positivas para el país, al considerarlas en conjunto y teniendo en cuenta lo estratégicas que pueden ser algunas de ellas, sí podrían exponer a nuestro país a situaciones nocivas. Lo que sucede es que, mientras mayor sea nuestra dependencia de China, mayor será el riesgo de caer en situaciones “complicadas”.
China utiliza una serie de cláusulas políticas (muchas veces secretas) en sus contratos, para chantajear a sus prestatarios, como es el caso de Argentina y muchos otros países, amenazando con generar una aún mayor crisis en dichos países.
Esto es algo que debemos evitar que nos suceda. Asimismo, a la dependencia por los elevados montos de inversiones chinas se suma la vulnerabilidad por el elevado monto de nuestras exportaciones que dependen del coloso asiático. Si este disminuyera su nivel de crecimiento, cambiara su política o simplemente decidiera comprarle a otros países, nos afectaría significativamente. Como señalara hace unas semanas JP Morgan: “Depender tanto de exportar a China se vuelve una fuente de vulnerabilidad”.
Por lo tanto, hay que tomar nota, ya que mientras más crezca la dependencia de nuestro país con China, será más fácil ejecutar las cláusulas políticas y someternos. Esa no solo es mi opinión, sino la de diversas instituciones y “opinólogos” que han emitido opiniones llamando a la cautela por la magnitud y carácter estratégico de las inversiones chinas.
Por ejemplo, en Gestión del martes 09, The Economist, en su artículo “La presencia china en América Latina”, menciona que los líderes de AL “parecen no tener en cuenta las posibles consecuencias políticas de las decisiones económicas.
La región no está pensando sobre el dominio chino en términos de política gubernamental en el corto y largo plazo”, alerta Margaret Myers, del centro de investigación Diálogo Interamericano.
“Esto se aplica sin duda a Perú, que, además del puerto de Chancay, ha permitido que empresas estatales chinas adquieran el monopolio del suministro eléctrico a la capital, Lima.
El regulador de la competencia aplicó condiciones menores en cuanto a la compra de electricidad a generadores asociados. Pero ninguna entidad gubernamental tuvo en cuenta las implicaciones geopolíticas.
La amenaza no es tanto que China pueda apagar la luz, sino que ha adquirido una herramienta para ejercer una presión más sutil” (Infobae-The Economist, 07.07.2024).
Finalmente, debo insistir en que nuestro país mantenga una equidistancia con China y EE.UU., sobre todo en el preocupante contexto global por la creciente tensión entre China-Rusia y la OTAN liderada por EE.UU.
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