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La seguridad: preocupación del Papa Francisco, del Perú y del mundo

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Fecha Publicación: 16/10/2022 - 22:25
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Hace escasos días, con motivo del encuentro del Papa Francisco con el movimiento laico Comunión y Liberación en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el máximo líder de la Iglesia Católica manifestó estar “asustado por un mundo cada vez más violento y bélico”. Y, no le falta razón, pues es una permanente preocupación en lo interno de los países, como es el caso del Perú, y en lo externo con el constante incremento de enfrentamientos armados entre pequeñas y grandes potencias del mundo, todo lo cual produce una evidente inquietud en las estructuras sociales que pueblan el universo.

El aumento, casi sin control, de los actos de violencia delincuencial en ciudades urbanas y rurales en muchos países de ambos hemisferios, nos permite comprobar que la vida en sociedad se viene haciendo más difícil, obligando a sus poblaciones a tener que cambiar de costumbres y actitudes para no exponerse a ser víctimas de robos, asaltos y crímenes que atentan en contra de su integridad física, así como de sus bienes materiales. Es decir, la inseguridad ciudadana es la característica que acompaña el diario vivir de los pueblos.

Es inadmisible y corresponde a las autoridades gubernamentales de todos los países en los que la actividad delincuencial se encuentra en aumento, en atención al derecho de las personas de vivir en un ambiento de seguridad y tranquilidad social, desarrollar planificadamente acciones de control y de sanción que permitan revertir el panorama que actualmente tenemos.

El excesivo gasto que genera el pago de “informes especializados”, muchas veces teóricos y orientados solo a diagnosticar los problemas, pero sin dar soluciones, deberían ser, por el contrario, invertido en dotar de más personal idóneo a la instituciones policiales, así como de proveerlas de los instrumentos que permitan hacer más efectiva su actuación. Actividad de control que, por cierto, debe coordinarse con los organismos jurisdiccionales, a fin de que los que cometan algún delito sean rápidamente procesados y sancionados, en lugar de que se les deje en libertad a los pocos días de ser detenidos, posibilitando que siga cometiendo actos delictivos.

Pero esa no es la única preocupación del Sumo Pontífice. Los enfrentamientos bélicos en varias partes del mundo, en las que las grandes potencias militares tienen directa o indirecta participación, promoviendo bloqueos económicos y de tránsito de productos de primera necesidad que abastecen a los pueblos de todos los continentes, y que sirven para la satisfacción de sus más prioritarias necesidades, es otra de las realidades que acompañan el funcionamiento de la sociedad internacional.

Bajo el pretexto de que “hay que defender la democracia” y el “respeto a los derechos humanos” se toman decisiones por parte de los líderes mundiales, en las que los pueblos del mundo terminan siendo los más afectados, cuando por los efectos de esos bloqueos no les llegan los alimentos que les permita calmar su hambre no las medicinas que les asegure su vida. Es decir, un accionar que tipifica el delito de lesa humanidad, y sobre el cual poco o nada se dice.
Si los miles de millones de dólares que se invierten en el desarrollo y fabricación de los artículos bélicos que los países que tienen el control político del mundo se orientaran a adquirir los productos alimenticios e insumos que las poblaciones insuficientemente atendidas requieren, de seguro que no habría pueblo que pase hambre ni miseria.
Igualmente, si esa enorme cantidad de dinero que se usa para conservar o mantener el control de la comunidad internacional se reorientara a satisfacer las necesidades de los pueblos, de seguro no tendríamos que padecer las angustias o debilidades que hoy día tenemos o padecemos.

Un pueblo donde la seguridad está garantizada y la personas que lo integran puedan satisfacer sus necesidades, es un pueblo que su desarrollo está también garantizado; razón por la cual, en este mundo globalizado, corresponde a sus autoridades, cualquiera sea la inspiración ideológica que las inspire, orientar su accionar no únicamente a lograr el bien común, como finalidad del Estado, sino contribuir a que las relaciones internacionales se desarrollen con miras a la búsqueda de la convivencia pacífica interestatales.

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