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La soberbia está acabando con El Comercio

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Fecha Publicación: 24/03/2021 - 22:00
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Acusó el golpe. Arrinconado por las circunstancias -sideral merma de tiraje y caída de publicidad pagada por los anunciadores privados; estados financieros que paran los pelos a los banqueros y financistas que antes convenientemente les ayudaban; guarismos que enfurecen a demasiados accionistas; con unas elecciones generales ad portas cuyo resultado pudiese desembocar en un proceso judicial por vender información y opinión al gobernante de turno, pagada por el Estado; y con un candidato presidencial que puso el dedo en la llaga denunciando las verdades alrededor de este caso emblemático; frente a todo ello, viéndose perdido, el grupo El Comercio emitió un plañidero comunicado para aclarar lo que nunca pudo ni podrá. Con el mayor de los desparpajos, apelaba a una victimización contraindicada ante las evidencias que corroen a la otrora prestancia que tuvo El Comercio. Hasta ser secuestrado a inicios de los noventa por un voraz grupo familiar. Desde entonces perdió su dignidad, identidad y los principios de sus fundadores Amunátegui y Carranza. Pero, sobre todo violó la norma de vida que inculcó el patriarca de la familia, al extremo que no es ni la sombra de lo que fue hasta hace dos décadas.

Victimizarse es un recurso de cobardes. Asimismo, de tontos que, por no tener argumentos para levantar los cargos que se les imputan, ruegan compasión a quien sigue siendo su víctima. Es decir, la opinión pública. Aquella que El Comercio ha mantenido canallescamente desinformada, engañada y sometida a sus intereses durante años. Pero por circunstancias de esta realidad tan cambiante que está viviendo nuestro país, hoy se repite aquella máxima que el mundo da muchas vueltas. Y todo lo que ayer estuvo arriba, hoy se viene en picada. En este caso, precipitándose hacia los infiernos del Dante adonde, presurosamente, va el diario El Comercio. ¿La razón? El Perú ya dejó de creerle a aquellos llamados grandes medios de comunicación. En particular El Comercio ha sojuzgado a los peruanos demasiado tiempo, de la mano del poder político al cual indigna como traidoramente se hipotecó desde finales del siglo pasado, para seguir aumentando sus intereses crematísticos y asegurar sus desmedidas ansias de poder.

La voracidad de El Comercio por consolidarse como mandamás de la verdad y comisionado de la corrección política -con derecho a someter al ciudadano a sus puntos de vista hegemónicos, so pena de convertirlo en muerto civil- le reventó en la cara. Su indigna, vergonzante defensa a la corruptora Odebrecht será pieza clave en la historia negra de ese periódico, hasta hace poco manejado por un Directorio servil a José Graña Miró Quesada, consorciado de Odebrecht. Con semejante antecedente –y bregando además indignamente a favor de presidentes corrompidos como PPK y Vizcarra, presumiblemente para blindar a Odebrecht y sus asociados locales- ¿con qué derecho pretendía dar cátedra de honestidad, denostando a los opositores de la corrupción? Un cambio generacional incorporando a la hora undécima cargará con este lastre excesivamente pesado. Considerando que, además, hace una década la industria periodística mundial atraviesa por una crisis cuasi terminal.