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La tolerancia intolerante

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Fecha Publicación: 12/12/2021 - 22:59
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Como a estas alturas ya resulta imposible defender a Pedro Castillo y sus secuaces, sus socios caviares han adoptado otro esquema de argumentación que se resume en lo siguiente: los críticos y adversarios democráticos de los comunistas en el poder son tan malos y antidemocráticos como ellos, así que no vale la pena darse el trabajo de desalojar a la gavilla que ha asaltado el gobierno porque sus reemplazantes serían similares.

Para eso tratan sistemáticamente de desacreditar a los partidos políticos, dirigentes, periodistas y a cualquiera que fiscalice, objete y denuncie a la corrupta camarilla comunista.

El uso del lenguaje y los epítetos para descalificar a los adversarios es una de sus armas más importantes. Así, por ejemplo, todo aquel que se oponga a Castillo y sus adictos es un “ultraderechista”. No usan las usuales distinciones de izquierda y derecha, en este último caso, los partidarios del libre mercado y la democracia, entre los cuales hay liberales y conservadores, sino “ultraderecha”, término que asimilan con el de “fascista”, con lo cual automáticamente lo descalifican para intervenir en política y opinar.

Sin embargo, aquellos que prodigan el calificativo de “ultraderecha” a cualquiera que no coincida con ellos, jamás, nunca usan el de “ultraizquierda” para referirse a los miembros del Conare, Fenate, Partido Magisterial, Movadef y otras fachadas del Sendero Luminoso de Abimael Guzmán. Tampoco, por supuesto, para aludir a los herederos del MRTA y defensores de las dictaduras de Cuba y Venezuela.
Como tienen una enorme influencia en la mayoría de medios de comunicación, sistemáticamente machacan sus monsergas, y lo hacen también en el ámbito internacional. Por ejemplo, son “ultraderechistas” el candidato presidencial chileno José Antonio Kast y el partido español Vox.

Esta es una antigua estrategia marxista, sistematizada por los filósofos de la Escuela de Frankfurt, en particular por su gran gurú, Herbert Marcuse (1898-1979), en su ensayo “La tolerancia represiva”: “La tolerancia liberadora significaría intolerancia hacia los movimientos de derecha, y tolerancia de movimientos de izquierda”. Es decir, hay que descalificar y excluir a la derecha, a los defensores de la democracia y el mercado.

La Escuela de Frankfurt, fundada hace casi un siglo en la universidad de esa ciudad alemana, se creó con la participación de jóvenes y brillantes filósofos marxistas heterodoxos, provenientes de sectores acomodados, financiados por un multimillonario argentino. Cuando Adolfo Hitler llegó al poder en 1933 emigraron a Estados Unidos donde las mejores universidades se disputaban su presencia. Recalaron en Columbia, Nueva York y luego se dispersaron en otras universidades norteamericanas, desarrollando una mezcla de marxismo y psicoanálisis, financiados por la Fundación Rockefeller, el gobierno de EEUU y otras entidades. Después de la II Guerra Mundial algunos regresaron a Alemania.

Desde esas posiciones avanzaron en su declarado propósito de socavar el capitalismo y destruir la civilización Occidental y Cristiana, con reconocido éxito. Sus ideas son ahora predominantes en muchos ámbitos.

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