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La tragedia de Los Olivos

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Fecha Publicación: 22/04/2025 - 22:30
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Son desgraciadamente frecuentes en el mundo, los crímenes y suicidios consecuentes dentro de una misma familia. Hace poco, en Lima, una madre protagonista escribió en una carta póstuma que nadie puede apagar la luz de nadie, pero apagaron, conjuntamente con su pareja, la luz de sus hijos y sus propias luces.
Edward Chesney y Guy Goodwin, señalaron en un trabajo que data del 2014 y que denominaron: Riesgos de mortalidad por todas las causas y por suicidio en los trastornos mentales, una metarrevisión: “El suicidio surge cuando la persona afectada siente que la vida es ya insoportable y que la muerte es la única vía de escape, ya sea del dolor físico o emocional, de la enfermedad terminal, de los problemas económicos, de las pérdidas afectivas o de otras circunstancias, como la soledad o humillación. Si bien cerca del 80% de las personas que consuman el suicidio están afectadas por un trastorno mental, no siempre es así”.
La familia es el nido, la bandada primigenia, el rebaño ancestral. Cuando ella existe, es allí en donde se aprende a hablar y se forjan los afectos duraderos. De allí se sale y son muchos los que quisieran volver al final de sus caminos. Pero también es la huella imborrable en el inconsciente, el escenario de las íntimas tragedias que no se saben. Es el día soleado y abrigador y, sin embargo, es en muchos casos, la noche de la soledad y el dolor a la intemperie bajo un techo y cuatro paredes.
Albert Camus escribió que el único problema serio de la filosofía es el suicidio y puso como ejemplo a Sísifo para sobrellevar el absurdo de la vida. Sísifo, defenestrado por los dioses, empuja una gran roca cuesta arriba en una montaña, pero la roca cae hasta el valle y vuelve a caer una y otra vez cuando Sísifo está por alcanzar la cima. Borges, ciego como el castigado rey de Éfira, dice casi lo mismo en el poema Fragmentos de un Evangelio Apócrifo: “Nada se edifica sobre piedra, todo sobre arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena.”
Dios tendrá piedad de las familias que desaparecen borradas por sí mismas con el plomo, el veneno, los somníferos. Mientras tanto, millones y millones –como tú, como yo– empujamos nuestras rocas en la cuesta del mundo. No importa que no lleguemos a la cima sino que no desmayemos, como no desmaya Sísifo, en el empeño de llegar. La vida puede ser absurda, pero luchar contra ese absurdo, no. Esa es la gran lección de Camus. Por ello, su ensayo, más lúcido y más actual que nunca, se abre con esta cita del poeta griego Píndaro: “No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible.”

Jorge.alania@gmail.com

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