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La trampa extremista

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Fecha Publicación: 01/05/2023 - 22:20
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Durante dos terribles décadas, el Perú fue atacado por militantes de ideología marxista leninista que optaron por la lucha armada para doblegar a la sociedad y capturar el poder, todo el poder. Sendero Luminoso desde el maoísmo y el MRTA desde la vertiente cubana, jamás pensaron en derrotar a las FF.AA. en combate, lo suyo era el uso sistemático de la violencia para generar temor y, con él, deslegitimar al Estado "burgués", pues siendo la seguridad ciudadana la finalidad esencial de toda comunidad política, el avance progresivo del terrorismo socavaría paulatinamente las bases del pacto social, evidenciando la inutilidad de la democracia y del constitucionalismo formal.

Los sicarios comunistas no estuvieron solos, contaron con una extensa red de apoyo logístico, sanitario, económico y jurídico, algunos de sus integrantes tienen hoy cargo público y muchos ni siquiera fueron investigados ni procesados; hoy guardan perfil bajo al interior de organizaciones de narcotráfico, frentes de defensa, sindicatos, grupos políticos y medios de prensa "alternativos"; sin haber renunciado a la violencia política, pues un extremista jamás lo hace.

Son conscientes de la superioridad moral de la democracia basada en ejercicio permanente de las libertades de la persona humana, saben leer también las cifras que demuestran que la economía de mercado con libre competencia genera riqueza y bienestar a los ciudadanos, mientras que el estatismo y la centralización de las decisiones genera fuertes desincentivos que se traducen en improductividad y pobreza.

El problema es que la libertad los obliga a competir profesional, académica y políticamente; mientras que la concentración del poder en la “vanguardia de proletariado”, les asegura disfrutar ilimitadamente del dinero y propiedades que públicamente repudian, pero que no dudan en acumular apenas tienen la oportunidad.

Como el Perú no se somete mediante el terror, el plan del Foro de Sao Paulo exhibe los mismos objetivos de la franquicia bolivariana: desacreditar la representación política, desmoralizar a las FF. AA. y Policía Nacional, infiltrarse en las instituciones, pervertir el régimen político y el sistema electoral, mediatizar a la prensa, engañar a los empresarios, y aprovechar las necesidades de los electores menos informados.

Las minorías más activas deben ser convencidas de que la única manera de obtener cierta estabilidad pasa por rendirse y dejar que la izquierda extremista tome el poder, no solo el gobierno. Para eso organiza y financia movimientos subversivos que alteran la esforzada actividad cotidiana de los peruanos, ya no con actos terroristas, sino con “protestas” cada vez más violentas, destinadas a provocar muertes para generar la culpa irracional de las clases medias, y con ella, que el país entero caiga en la trampa.

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