La transición entre la educación secundaria y la universidad
Dicha transición ordinariamente debería ocurrir al egresar el colegio; sin embargo, no pocas universidades con la aquiescencia del sistema educativo, “inquietan” a los jóvenes a decidirse profesionalmente, casi un semestre antes de concluir quinto de secundaria. Esta práctica desnuda tres hechos: a) en el Perú, los jóvenes concluyen la escuela con 16 o 17 años por cumplir. En este sentido, algunos especialistas sugieren ampliar un año más la secundaria, de manera que el joven –más maduro– inicie estudios superiores; b) las universidades suelen poner en entredicho la preparación académica de los colegios; y, c) no pocas escuelas, en su afán de asegurar el ingreso de sus estudiantes, acentúan en los últimos años de secundaria, el dictado de materias propiamente universitarias.
En su afán de “captar” postulantes, las universidades pusieron en marcha dos prácticas que hasta la fecha –me temo– siguen vigentes. Me refiero al escolar universitario –un estado civil inexistente– que se configura a partir del ingreso a la universidad de aquellos jóvenes que no han concluido la escuela básica regular. Durante algunos meses son universitarios, pero sin los deberes ni derechos que exige tal condición y, al mismo tiempo, son alumnos sujetos a la normativa y horarios propios de una escuela, de los que no pueden sustraerse so riesgo de perder “su” ingreso a la universidad. Durante ese último semestre el alumno pasa por el colegio, pero el colegio ya no pasa por él.
Las universidades –segunda práctica– han pergeñado el denominado Ciclo 0, una especie de ingreso … pero condicionado a los resultados del joven. En buen romance, es una especie de criba, mediante la cual los postulantes –de entre todos los que acceden– que no cuentan con el nivel adecuado deben prepararse un tiempo determinado inscrito en el Ciclo 0 y, solo si aprueba, se le permite formalmente matricularse.
La transición, además del acompañamiento en materia de orientación profesional y buen nivel de enseñanza que imparte la escuela, implica que las universidades valoren lo que aquella efectivamente, en orden a su esencia, puede brindar a sus alumnos. A mi juicio, debería fijarse en tres aspectos. Que preparen a sus estudiantes para la vida y el ejercicio intelectual, es decir, aptos para la libre discusión crítica y el intento de buscar el sentido de cuanto le rodea partiendo de la admiración y la interrogación.
Segundo aspecto, la calidad del estudio, que se expresa en la disposición para aprender, el hábito de escuchar y de leer con atención. Asimismo, en el trabajo diario de estudiar seriamente, comprendiendo, ordenando, memorizando; pues, de lo contrario, no será posible que logre un disciplinado desarrollo de su actividad intelectual. El estilo universitario se debe caracterizar por la objetividad en la búsqueda de la verdad. El tercer aspecto da noticia para una buena transición de que el colegio presente y la universidad acoja el resumé de la vida escolar del alumno, producto de la ingente inversión de horas dedicadas al trato personal que los colegios realizan. Es una veta a explorar.
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