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La trascendencia de la Revolución Francesa

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Fecha Publicación: 19/07/2024 - 21:20
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No podemos dejar pasar la extraordinaria efeméride del 14 de julio de 1789, que hoy recordamos en sus 235 años como acto escatológico universal, es decir, nos referimos a la Revolución Francesa, la gesta que cambió el decurso de la historia de la sociedad internacional contemporánea al defenestrar a la monarquía absoluta del rey Luis XVI y al denominado Antiguo Régimen que él encarnaba al final del siglo XVIII.

El día de la histórica revolución parisina las fuerzas revolucionarias francesas tomaron por asalto el antiguo recinto medieval de la Bastilla que se había alzado en el símbolo del despotismo monárquico.

El rey y su esposa, María Antonieta, que por una fuga frustrada terminaron guillotinados poco tiempo después, fueron los últimos inquilinos del Palacio de Versalles, recinto convertido en la frivolidad e indiferencia monárquica de la época.

La Revolución fue obra de la burguesía, que como ahora, era la clase pensante del Estado: Rousseau, Voltaire, Montesquieu, etc., por cuyas reflexiones filosóficas fue cuestionado el derecho divino que avaló el poder sin límites de los reyes, y que fuera vencido por el iusnaturalismo o derecho natural que superpuso la idea dominante de que todos en tanto seres humanos y miembros de una misma especie, somos iguales por naturaleza, tirándose abajo los caprichos de Luis XIV, a cuya triste fama para la democracia contemporánea sostenía suelto de huesos que “El Estado soy yo”. Así, por la revolución, la soberanía del monarca pasó a manos de la soberanía del pueblo.

Esto último fue lo más extraordinario que ha podido sucederle a la ciencia política porque a partir de ese momento la democracia cobró enorme vida como el más preciado sistema político de las naciones, cuya vigencia estaba determinada por el respeto de la voluntad de las mayorías y la alternancia del poder, y pegada a ellas, el valor de la libertad nunca atendida como a partir de ese memorable acontecimiento que dio paso a la sociedad actual. Hoy, este acontecimiento debería servir de reflexión sobre todo para quienes cuentan el poder que no les ha dado el pueblo o lo retienen en su contra, como pasa con Nicolás Maduro, que el 28 de julio confirmará su desprecio por el legado de la Revolución Francesa.

Será necesario luchar para que su enorme legado permita crear la conciencia colectiva de la democracia, mirando a la sociedad histórica que supo romper las cadenas del referido derecho divino, para pregonar la igualdad entre los hombres como máxima de la vida contemporánea y en cuyo proceso la resistencia de los esclavistas se volvió realmente insalvable. La Revolución Francesa debe estar más presente que nunca en el mundo, y por supuesto, en América.

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