La verdad procesal, la verdad material y “otras verdades” (II)
¿Qué es la verdad? Comúnmente se dice que es la conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente. O también de lo que se dice con lo que se siente o se piensa. Si bien la noción de “verdad” también abarca otros términos como la honestidad, la buena fe y la sinceridad humana en general, lo cierto es que finalmente será la que alguien (persona o institución) establezca. En el ámbito del derecho, la verdad es establecida de esta última manera.
En el caso de la verdad procesal, esta será la que fijará el juez en su decisión final, que por seguridad jurídica se impone como inmodificable e irrevisable. En el caso de la verdad material, existe cierto escepticismo de llegar a reconstruir los hechos tal como sucedieron, ya que no siempre es posible una verificación directa y actual del suceso porque únicamente se cuenta con versiones. Sumadas a las verdades anteriores, tenemos a las llamadas “otras verdades”, que serán las que impongan la opinión pública o los medios de comunicación.
Considerando el actual panorama electoral en nuestro país, el ciudadano ya no sabe en quién creer y qué creer. Durante estos años ha quedado en evidencia que hay poca voluntad de buscar la transferencia en la gestión pública. Tardíamente nos enteramos de medias verdades. Por ejemplo, que las pruebas rápidas no tienen eficacia y que murieron muchas personas que creían que no estaban infectadas con la covid-19. O que en las protestas de noviembre la policía se enfrentó a una movilización pacífica. O que los enemigos no eran tales, sino más bien aliados, entre otras perlas más. Surge entonces una interrogante: ¿Quién es el responsable de establecer lo que realmente sucede en nuestro país? ¿El Ministerio Público? ¿La Defensoría del Pueblo? ¿El contralor de la República? ¿El Poder Judicial? Al parecer, no existe una institución que busque determinar cuál es la verdad, aunque el mandato constitucional es claro en señalar qué es lo que le corresponde a cada órgano estatal.
Existe un dicho popular atribuido al filósofo, político y abogado inglés Francis Bacon: “El conocimiento es poder”. Sirve para explicar que el conocimiento sobre algo nos entrega más opciones y mejores maneras de enfrentar la situación. Con los ciudadanos de un pueblo confundidos o desinformados, el poder ya no reside en ellos, sino en quien tiene la información cierta, la cual puede controlar y manipular. Aquí vale la pena resaltar el análisis de Foucault sobre la tragedia griega Edipo Rey para ilustrarnos lo que realmente es la verdad: “Las mitades que vienen a completarse son como los fragmentos de un símbolo cuya totalidad reunida tiene valor de prueba y atestación. Edipo es una historia ‘simbólica’, una historia de fragmentos que circulan y pasan de mano en mano y cuya mitad perdida se busca: de Febo al adivino, de Yocasta a Edipo, del mensajero al pastor, y por lo tanto, de los dioses a los reyes y de los reyes a los esclavos. Y cuando, por fin, el último esclavo sale de su choza esgrimiendo el fragmento último de saber que aún se necesitaba, la mitad ‘relato’ se une a la mitad ‘oráculo’, la mitad ‘incesto’ se une a la mitad ‘asesinato’ y la mitad ‘tebana’ se une a la mitad ‘corintia’, y la figura total queda reconstituida.”
He aquí la verdad a la que se refiere Foucault. Tarde o temprano tendrá que ser reconstituida con todos sus fragmentos. Hagamos votos para que algún día estos fragmentos se unifiquen y sirvan de advertencia para las futuras generaciones. A nosotros solo nos quedará guardar en la memoria lo sucedido en este proceso electoral y tomar medidas para que algo así no se repita.
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