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La verdad triunfará y Gorriti caerá

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Fecha Publicación: 13/02/2024 - 23:00
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Jaime Villanueva destapó la Caja de los Truenos y saltó la mugre acerca del sistema de Justicia peruano, con énfasis en el poder Judicial y el Ministerio Público. El grado de podredumbre que hemos visto -negándole a Villanueva la misma credibilidad que le reconocieron los caviares cuando Villanueva acusó a la suspendida ex Fiscal de la Nación- es realmente estremecedor. Jamás el Estado peruano ha pasado por una etapa tan profunda de descomposición, como la que lo embarga en esos momentos. La infección, sin embargo, viene de más atrás. No nos cansaremos de repetir que Alejandro Toledo, el cholito de oro que llegó de Cabana lustrando chuzos y terminó en palacio de gobierno gobernando a lo largo de un lustro, fue política y fácticamente secuestrado por el representante de la poderosa oenegé Open Society, propiedad de George Soros. Un sujeto interesado en manipular -particularmente- a países con gobernantes venales aunque muy ricos en minerales. Era el caso de Toledo. Y ese representante era Gustavo Gorriti Ellenbogen. Toledo resultó enviciado por la corrupción: ese veneno que inyectan los poderosos como droga para corromper a los gobernantes de países gobernados por gente venal como el peruano Alejandro Toledo. Desde el comienzo, a través de Gorriti Soros secuestró a Toledo dándole un millón de dólares para que financie su campaña electoral. Meses después de electo, Soros se enteró que, luego de transferir esos fondos, cerca del 70% de estos aparecieron en la cuenta de algún banco de North Carolina, USA, a nombre del hermano de Toledo. Pero el intrigante Soros mantuvo por largo tiempo su relación con el de Cabana. Hasta que aparecieron los primeros síntomas de corrupción del carismático Alejandro; y Gorriti prefirió explorar nuevos horizontes, temeroso en su amistad con un gobernante dipsómano y ladrón. ¡El, por supuesto, con el ojo fijo en el manejo del sistema juidicial, como palanca para solventar todos los intríngulis de la politiquería nacional. Sabedor de la infame reputación de Toledo, se dedicó a infiltrarse, cual virus inmundo, en cada uno de los sucesivos gobiernos. Su placer por afirmarse en la cúpula del poder lo había aprendido asesorando a sucesivos presidentes, prometiéndoles que, con él, contarían con el apoyo de la izquierda de lujo o caviar; caso contrario -y lo demostró en más de una ocasión- los escándalos reventarían como globos en fiesta. Esto le permitió acopiar fenomenal experiencia en lo que le interesaba controlar: Poder Judicial y Fiscalía para, desde allí, manejar los demás poderes del Estado.

Dos décadas consolidaron al sátrapa Gustavo Gorriti como todopoderoso titiritero del sistema jurídico peruano. Hasta antes del vómito de Jaime Villanueva, nunca fue cuestionado como hoy. Al punto, que ve que el piso se le mueve. Por tanto, intuye que su plan político cruje, y sus protectores le voltean la cara. Si el Congreso y la oposición finalmente deciden mover fichas correctamente, licenciando a todos los miembros de la JNJ y reinventando el Ministerio Público, el Perú será otro sin esta mafia que lo estrangula, liderada por Gorriti.

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