Lárguense todos
El fracaso de la república es una tragedia que arrastramos desde 1821, un fracaso de castas que sustituyó virreyes por caudillos, espadas por partidos, opresores por oportunistas. La independencia solo fue, como en Larriva, cambio de yugo. Hoy, ese fracaso resuena en el Congreso, donde las oportunidades de asegurar la democracia se ahogan en las aguas turbias de la complicidad.
En el último Pleno, vimos el desplome de una reforma constitucional que pretendía impedir que, condenados por terrorismo, narcotráfico y otros crímenes graves puedan postular. Se requerían 87 votos; apenas se lograron 65. La izquierda, con su turbiedad, votó en bloque contra la reforma. Otros, con cinismo, se abstuvieron o ausentaron. Sí, Fuerza Popular mostró un desdén imperdonable con más de la mitad de sus miembros desaparecidos en la hora crucial.
¿Qué clase de república permite que los criminales sean candidatos? ¿Qué clase de democracia es esta, donde los partidos se blindan entre sí, donde la ética se negocia en los pasillos? La anhelada república liberal se convirtió en un circo de desvergüenza.
Este Congreso no nos representa. Los Luna, los Acuña, los Bermejo, los Bellido, los Cerrón… ¿pueden acaso encarnar los valores republicanos? Son piezas de una maquinaria oxidada. No votar por ellos en 2026 es un acto de protesta ciudadana. La república no es basurero de castas.
El liberalismo republicano, que debía darnos libertad real quedó sepultado por el populismo. Los intereses se disfrazaron de justicia social, porque para subsistir la izquierda te quiere pobre.
Refundar la república significa devolver el poder al individuo. La izquierda ha usado siempre al campesino, perpetuando su pobreza para asegurar votos. Pero el Ande no es marxista ni populista, solo nos grita su justo resentimiento.
En el desmadre, bueno fuera una mayoría nueva. Dice el economista Juan José Marthans en X, que hasta hoy solo hay dos alternativas: “Carlos Álvarez que comunica y sintoniza muy bien con el segmento popular, harto de la corrupción e inseguridad y Rafael Belaunde, viajando por todo el Perú y planteando soluciones a pueblos lejanos”. Es tiempo de darle al individuo las riendas de su destino, una revolución de libertad, seguridad y oportunidades.
Los partidos que traicionaron el mandato de sus votantes deben irse en 2026. Cambiemos todo, no más izquierda “detonador” ni progresismo copador ni derechismo conciliador. Tampoco más indulgencia con cómplices y ausentes. Dejemos el lastre del pasado y forjemos el futuro de una nueva república.
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