Las cortinas de humo del progresismo
La desproporción en la cobertura mediática de temas como el uso de relojes por parte de la presidenta de la República Dina Boluarte frente a los problemas fundamentales que aquejan al país es alarmante e indignante.
En un contexto donde la realidad diaria de los peruanos está marcada por la falta de acceso a servicios básicos como la educación y la salud, así como por la inseguridad ciudadana, la corrupción rampante y el hambre, resulta absurdo que los medios de comunicación dediquen un tiempo, a todas luces, excesivo a especular sobre la procedencia de los relojes que usa la Jefa del Estado en lugar de abordar las verdaderas urgencias nacionales.
Por un lado, la situación de los niños que no pueden acceder a un desayuno adecuado debido a fallas en los programas de alimentación escolar, como Qali Warma, evidencia una negligencia preocupante de parte de las autoridades. Mientras tanto, los colegios se encuentran en condiciones deplorables y ponen en riesgo la seguridad y el bienestar de los estudiantes.
La burocracia ineficiente enquistada en el Ministerio de Educación durante el régimen de Pedro Castillo obstaculiza los esfuerzos de la Ministra de Educación para implementar escuelas modulares de bajo costo y rápida instalación para proporcionar a los niños un entorno propicio para el aprendizaje.
En el ámbito de la salud, la falta de hospitales adecuados y la precariedad de las instalaciones médicas resultan en situaciones límite como, por ejemplo, madres que dan a luz en pasillos abarrotados o en baños insalubres. Esta realidad es un reflejo de la negligencia y la falta de priorización de las necesidades básicas de la población de parte del gobierno.
Por otro lado, la inseguridad ciudadana, materializada en la extorsión, el sicariato y la violencia indiscriminada, afecta profundamente a comunidades y distritos enteros como San Juan de Lurigancho, donde los emprendedores se ven obligados a cerrar sus negocios debido al temor constante por su seguridad y la de sus clientes. Esta situación de violencia e inseguridad contribuye a la perpetuación del ciclo de pobreza y desigualdad en el país.
Además, la corrupción, un flagelo arraigado en las estructuras del poder, depreda descaradamente al país y ciudadanos inhabilitados de ejercer cargos públicos hacen impunemente campañas electorales para, es obvio, asegurarse un grupo de congresistas que lo blinde en el próximo Congreso de la República.
En un Perú asediado por necesidades urgentes, los medios de comunicación dedican tiempo y espacio para especular sobre el origen de los supuestos relojes Rolex de la Presidenta Boluarte e incluso un programa de televisión anuncia con bombos y platillos que “un amigo de su hermano (de la presidenta Boluarte) se habría favorecido con tres mil cuatrocientos noventa soles”.
Mientras tanto, la señora ex alcaldesa de Lima Susana Villarán sigue impune pese a haber recibido once millones de dólares de la corrupta empresa brasileña Odebrecht; Ollanta Humala y Nadine Heredia se pasean orondos mientras su juicio avanza a paso de tortuga; el corrupto ex presidente Alejandro Toledo está a punto de ser excarcelado gracias a la incompetencia del fiscal José Domingo Pérez que ya sabemos a órdenes de quién está.
Nunca como hoy fue tan apropiado hablar de cortinas de humo elaboradas por el poder de facto mediático y político en el Perú. Digámoslo con todas sus letras: el sistema judicial peruano está secuestrado desde hace por lo menos dos décadas por una ONG que tiene una agenda propia. Presidentes, ministros, periodistas, nada ni nadie puede enfrentarse a este poder siniestro que ha gobernado desde las sombras y aún se aferra al poder.
La Defensoría del Pueblo y el Tribunal Constitucional, con todos los reparos que con justicia se les puede poner, son las únicas instituciones que no han sido tomadas por esta aplanadora destinada a politizar la administración de justicia y de ellos depende de que nuestra Patria se libere de esta lacra.
Si volvemos al tema de la atención desproporcionada de los medios de comunicación dedican a los relojes de la presidenta Dina Boluarte, en lugar de abordar los problemas estructurales del país, es una muestra clara de la desconexión entre los intereses de la élite política y mediática y las necesidades reales del pueblo peruano.
Llegó la hora de que los medios y la sociedad en su conjunto se enfoquen en exigir cuentas claras a los responsables de garantizar el bienestar y el progreso del país, en lugar de distraerse con escándalos que no conducen a un cambio significativo.
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