Las discusiones de fondo
La decepcionante y trivial presentación de Salvador del Solar ante el Congreso para recibir el voto de investidura, abre sin embargo un círculo de reflexiones que converge en vía de paradoja con un hecho penoso como la muerte de Julio Cotler y la reaparición en la escena pública peruana de Hernando de Soto.
Porque pese a obtener con las justas la licencia política constitucional de confianza, el débil discurso de Del Solar nos recordó que el país tiene grandes y variadas falencias cuya dilucidación se barre bajo la alfombra en vez de colocarla como guía de búsqueda del mínimo consenso a fin de institucionalizarnos en el verdadero membrete de Nación.
En ese debate estuvo Cotler la mayor parte de su vida, remitiéndonos a los fundamentos del Estado virreinal que dejó a la fallida República la herencia del Estado patrimonialista. Y también –como lo ha recordado Carlos Meléndez en estos días, a través de magníficos ensayos sobre las perspectivas del desaparecido sociólogo– explicando las dificultades nativas para construir una democracia solvente que coloque al aparato público en la línea de una auténtica mediación de sus conflictos históricos.
El Cotler que conocí y traté mucho en el Foro Democrático 1993-2000, era proclive al nihilismo. Recuerdo sus intensos debates con Enrique Bernales sobre si en el Perú hubo realmente un sistema de partidos, negándolo en todos sus extremos. Aún así, creo que el aporte de su visión a la dinámica de las ciencias sociales fue valioso.
De Soto ha irrumpido concediendo una muy buena entrevista al director de Caretas, Enrique Chávez, en la cual inyecta vigencia a su tesis del valor de la propiedad privada a propósito del problema de Las Bambas. Plantea cambiar las nociones respecto a quién debe ostentar la titularidad del subsuelo y su aprovechamiento, rompiendo con el viejo esquema de atribuírsela al Estado. Sí, ese mismo Estado patrimonialista, incompetente, ineficaz y ajeno a la querencia de sus subordinados.
Resolver este viejo problema –sabiendo también que transcurrirá mucho tiempo para ver sus resultados– evitará, según De Soto, los costos de las protestas y los bloqueos. Ayudaría igualmente a eliminar la intermediación ideologizada o lentejera de quienes aparecen ante las comunidades como sus salvadores.
Muchos creen que retomar los debates sobre estos temas es una pérdida de tiempo, un cabe al piloto automático del régimen económico que –con sus inequidades y ventajas– gobierna el día a día de los peruanos. Me temo que es lo contrario: carecer de discusiones de fondo es un cabe al mejor destino nacional.