Las elecciones de Pedro
Siendo cierto que las primeras elecciones municipales con voto directo y universal fueron impulsadas por el primer gobierno de Fernando Belaunde (1963-1968), hubo antes de ello procesos de sufragio cerrados y acotados para consagrar a las autoridades locales.
El experto en esta materia, Julio César Castiglioni, nos recuerda que la Constitución de Cádiz promulgada por las Cortes Generales de España en marzo de 1812 da nacimiento a los ayuntamientos constitucionales a través de los Cabildos y que en razón de ello, mediante bando del 31 de octubre, el Virrey Abascal hizo público el Decreto de las Cortes para llevarse a cabo las elecciones parroquiales a partir de diciembre para elegir a los alcaldes, regidores y procuradores síndicos, habiéndose realizado los primeros comicios en el Perú en 1812 y 1813.
Pero a partir de 1963 y con la existencia de partidos políticos nacionales, algunas elecciones refrendaron el ánimo ciudadano respecto al gobierno central. La del año mencionado, no sólo ungió en Lima a la figura de Luis Bedoya Reyes de la alianza oficialista Acción Popular-Democracia Cristiana, sino a otras del mismo signo en todo el país. En 1980 Acción Popular en su segunda administración recibió amplio respaldo para Eduardo Orrego en la capital mientras que el aliado PPC de Bedoya Reyes acentuó su perfil municipalista con solvente votación en muchas jurisdicciones. En 1986, recién iniciado el primer gobierno de Alan García, Lima apuesta por primera y única vez por el Apra a través de Jorge del Castillo y otros candidatos del viejo partido de Víctor Raúl Haya de la Torre en todo el país.
En el camino, surgieron alternativas netamente localistas como Somos Lima (luego Somos Perú), Solidaridad Nacional y Alianza Para el Progreso que destronaron el imperio del PPC en ese rubro. Desde el 2002, establecidos los subgobiernos regionales y con el relajo de la legislación para permitir que movimientos pigmeos o caudillistas postulen, el país ha perdido el eje político en los niveles distritales y provinciales, haciéndolos dúctiles al Poder Ejecutivo. Poder que conserva manijas presupuestarias para subordinarlos.
De este cuadro proviene mi desalentadora perspectiva respecto al destino del cada vez más corrupto y enredado gobierno de Pedro Castillo. Porque de las elecciones de hoy habrá de nacer la nueva base social representativa de la imputada organización criminal, no porque ganen candidatos oficialistas sino porque -sean del signo que fueren- estirarán la mano en pos de la dádiva de la hacienda central a cambio de respaldo político a Castillo y su banda. Hugo Chávez en Venezuela fue un maestro de estas prácticas despreciables.
Por eso digo que las elecciones de hoy consolidarán a Castillo, pese a la abundancia de indicios en torno a su derrumbe moral. Fue advertido a tiempo y ahora es tarde para llorarlo. Como dice The Economist, el Perú sufre una degradación política extrema, aún para los envilecidos estándares de América Latina.
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