Las encuestas reveladoras
A pesar de que muchas personas, incluidos los profesionales de las noticias, no confían o no creen en los trabajos que desarrollan las encuestadoras, cuando recogen la opinión ciudadana respecto a un tema en particular, lo cierto es que en alguna medida, esta labor técnica termina siendo verdaderamente un termómetro que mide el sentimiento de la población en un momento determinado.
El problema es que producen dudas en quienes recogen el resultado para hacer comentarios o calcular “lo que pueda suceder mañana”; por lo tanto, los sondeos de opinión pública, dependiendo de quién contrata los servicios de las empresas dedicadas a esta labor, pueden producir resultados que no siempre son los que reflejan la verdadera realidad social, política, económica, etc., que se desea conocer.
En ese sentido, pueden identificarse por lo menos hasta tres tipos de encuestas:
1. Las que son pagadas por los interesados, para saber cómo se encuentra la percepción ciudadana con relación, por ejemplo, a su actuación en el ejercicio de su función pública. En este caso, no sería extraño que la empresa encuestadora, “para quedar bien con el cliente”, le proporciona una información que no es resultado veraz o exacto de lo que se obtuvo en el trabajo de campo, cuando se recogió la opinión de las personas encuestadas.
2. Las contratadas para, una vez conocidos los resultados, usarlas como instrumento de estimulación de la opinión pública. Pues, no debemos de dejar de tomar nota que el grueso de la población electoral está constituido por los ciudadanos que no se encuentran comprometidos o no son militantes de un partido político; en consecuencia, ese sector ciudadano es el que le interesa a la agrupación política, para obtener su apoyo electoral. Y es ese grupo poblacional el que se comporta políticamente en función de los estímulos que recibe. Los resultados de las encuestas son un instrumento eficaz para orientar el comportamiento del elector. Inmediatamente después de haberse llevado un proceso eleccionario, “nadie o casi nadie dice haber votado por el perdedor”.
3. Y, las más importantes y por lo tanto las que deben ser más útiles en la información que manejan, siempre y cuando sean técnicamente elaboradas y reflejen la verdadera realidad, son las que deben de servir como fuente de inspiración para orientar la toma de decisiones políticas de las autoridades en todos los niveles de gobierno, sin descuidar el cumplimiento de la Constitución y las leyes vigentes.
A este respecto, no está demás destacar que las encuestas son entre otros, instrumentos de medición de la opinión pública; pues, hay que sumar a ellas, las demandas ciudadanas de todo tipo, color o intención, las mismas que, igualmente, deben orientar a los que tienen la facultad de decidir, especialmente cuando se trata de la administración del Estado.
En el ámbito del ejercicio del poder, toda decisión política produce un determinado resultado, que puede ser bueno o malo para la población sobre la cual recae dicho efecto. Como consecuencia de ello, el pueblo reacciona en uno u otro sentido, dependiendo el grado de satisfacción o insatisfacción que haya producido la decisión, dando lugar a lo que se conoce como las demandas, las cuales van a servir, nuevamente, como medios de presión sobre la autoridad gubernamental, la cual tendrá que tener a su alcance información suficiente para volver a producir otra decisión que le permita atender los requerimientos planteados por la ciudadanía.
Pero, para que esas nuevas decisiones tengan un efecto distinto y sean bien vista por la población, antes de decidir se deben manejar datos e información que asegure caminar por el sendero correcto, de manera tal que sea coincidente con lo que esperaba el pueblo. Es decir, lograr que la decisión tenga legitimidad, y además cuenta con legalidad; esta última entendida como encuadrada dentro de lo establecido en el ordenamiento jurídico en vigor.
Precisamente, dentro de esa variedad de instrumentos, pero no el único, con que cuenta la autoridad gubernamental, son las encuestas; las mismas que usadas con razonabilidad y criterio pueden ser muy útiles, pero sin llegar al exceso de su uso, puesto que daría lugar a lo que hoy se conoce como populismo. Que es lo que siempre se debe evitar.
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