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Las flores de Ángela Kalisnik

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Fecha Publicación: 29/03/2022 - 22:10
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La mayoría de comercios han cerrado en Mikolaiv, Ucrania, porque las bombas y obuses rusos son un peligro de muerte y devastación. De la misma forma, miles de lugareños han huido y la bella ciudad, de 500 mil habitantes y, en estos días, cubierta por la nieve, poco a poco se va convirtiendo en una ciudad fantasma. Sin embargo, hay una tienda que sigue abierta: la floristería de Ángela Kalisnik. Preguntada del porqué de ese acto temerario responde con sencillez: haya o no guerra, las flores siguen floreciendo.

Recuerdo, a propósito, unos versos de Neruda: “Yo volvía de lejos/para irme,/y supe así que así es morirse:/es irse y queda todo:/es morirse y la Isla/floreciendo,/es irse y todo intacto:/los jacintos,/la nave que circunda/como cisne abnegado/el pálido placer/de las arenas:/diez años que pudieron ser cien años,/cien años sin tocar ni oler ni ver,/ausencia, sombra, frío/y todo allí florido,/rumoroso: un edificio de agua/siempre,/un beso/ siempre;/una naranja/siempre.”

Es increíble que contra todo pronóstico, Ángela siga teniendo clientes. “Muchos vienen porque se siguen celebrando cumpleaños y hay que dar a la gente motivos para no perder la esperanza”, cuenta mientras le dice al reportero: “También vinieron muchos soldados a comprar flores para sus parejas el día de la mujer”. “Un hombre ha venido a comprar un ramo por el cumpleaños de su madre y, hace unos días, otro compró flores para la mujer que encontró su cartera en la calle”. Finalmente y con una sabiduría que se aprende en situaciones como esa, Ángela afirma: “La guerra es la guerra, pero la gente sigue su vida, celebra los cumpleaños. Debemos subirle la moral y hacer que la economía funcione”.

Las flores de Ángela Kalisnik seguirán floreciendo entre la muerte. Como las tuyas, las mías, las de cualquiera que siembra y recoge porque eso es la vida. Nosotros pasaremos, ellas no. Las que se marchitan ¿no son, acaso, las mismas que vuelven a salir de los tallos cada día? Su designio es florecer y el nuestro también, pero nosotros, como Rainer María Rilke, estamos predestinados a ser pinchados por las espinas de la muerte. Seim zum Tode, Seres hacia la muerte, según la definición de Heidegger: eso es lo que somos, sin embargo, al igual que las flores de Ángela Kalisnik, somos también una hechura perpetua de la vida.

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