Las guerras en el mundo y la coincidencia de intereses
Los conflictos bélicos entre Estados siguen siendo noticia relevante en los cables de la prensa mundial, los cuales, a su vez, producen variados comentarios de los internacionalistas, quienes nos sorprenden con su sapiencia en el manejo de datos e información, demostrando ser muy entendidos sobre la materia, de lo pasado en épocas anteriores a la actual, de lo que hoy viene aconteciendo y de lo que se calcula puede producirse en un mañana, tal vez, no muy lejano.
Como lo he advertido en ocasiones anteriores, el no ser especialista en el tema internacional no nos exime de opinar sobre aquello que ha sido, es y será algo que sigue siendo el motor que hace funcionar la política internacional, y que tiene que ver con el juego de intereses de los países que, directa o indirectamente, conducen el accionar de los organismos internacionales, regionales y subregionales.
Los intereses de los Estados, que tienen el control del poder en el ámbito mundial, tienen dos objetivos:
1. En lo externo, cuando procuran no perder su presencia hegemónica en el manejo de las decisiones internacionales; así como la de no perder influencia efectiva en el aprovechamiento de los recursos naturales que poseen los países del “segundo o del tercer mundo”, sin dejar de ser menos importante el de mantener el nivel de dependencia económica y tecnológica que tienen los “pequeños países” frente a las grandes potencias.
2. En lo interno, buscan satisfacer las necesidades de sus pueblos y, particularmente, del sector de la ciudadanía que le da soporte a la autoridad gubernamental; siendo, este último, el que va a permitir que el gobernante de turno cuente con el apoyo económico del sector ciudadano que, igualmente, desea desarrollarse y consolidarse en sus aspiraciones financieras.
En resumen, para que estas metas se alcancen, es indudable que las guerras (internas o externas) son la motivación más importante para que los intereses de las grandes potencias o del sector ciudadano interesado puedan consolidarse en atención a sus objetivos particulares. Es decir, intereses individuales y distintos, requieren juntarse para alcanzar sus objetivos particulares. O, lo que es lo mismo, “a río revuelto, ganancia de pescadores”.
Por ejemplo, veamos, el fabricante de armas se sentirá favorecido si se le requiere fabricar más armas, por cuanto ello le significa mayor ingreso de dinero, pero para lograrlo el sector militar debe justificar la necesidad de requerir el incremento, en número y en calidad, del armamento especial y, se suma a ese juego de situaciones, la necesaria decisión política de la autoridad de gobierno, la que tendrá que adoptar la posición de intervenir en un conflicto bélico. Es decir, las guerras son el instrumento motivador del “desarrollo” de los que manejan el poder político, económico y militar.
Frente a esa realidad, la gran masa ciudadana de los pueblos del mundo son los que no tienen la más mínima idea de cómo se maneja la toma de decisiones en la comunidad internacional, en la que el común de las personas, por desconocimiento o falta de información clara y precisa, entran en un mar de especulaciones, todas ellas alejadas de la verdad. Pero, qué duda cabe, los que más sufren por los efectos de las guerras son el común de las personas.
Por lo tanto, estas breves pero concretas reflexiones tienen como intención llamar la atención de los internacionalistas para, además de demostrar que tienen gran capacidad del manejo de conocimientos sobre esta materia, se preocupen, desde la tranquilidad de su escritorio, donde escriben sus artículos y comentarios, comiencen a trabajar en la búsqueda de reorientación de la conducta y comportamiento de las autoridades o gobernantes que dirigen las relaciones entre los países.
Un mundo sin guerras posibilitaría que las economías de las grandes potencias, en lo económico y tecnológico, orienten sus recursos a satisfacer las necesidades de los pueblos de todos los continentes, y donde el principio de no intervención, previsto en el artículo dos de la Carta de las Naciones Unidas, sea efectivamente respetado, como medio que fomente la convivencia pacífica internacional.
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