Las «habilidades blandas»
De un tiempo a esta parte se ha introducido en la vida académica, laboral y social el término “habilidades blandas” para definir aquella serie de competencias sociales que facilitan a las personas la relación con sus semejantes. El término, que viene del inglés soft skills, se ha asociado a la vida laboral y social como la gran cosa cuando sólo se trata de las habilidades más sencillas para vivir una plena vida en común, sea cual fuere el ámbito y la circunstancia en que ésta se desenvuelva.
El esnobismo, sin embargo, ha creado toda una parafernalia alrededor de este término. Sin embargo, cuando uno las lista, ve que no son nada más que las habilidades básicas para convivir. Conocernos, ponernos en los zapatos del otro, saber escuchar, saber compartir, no mencionar la soga en casa del ahorcado, predicar con el ejemplo, saber comunicar, aprender a competir, buscar el bien común porque casi siempre es el propio bien aunque no lo parezca, aprender a organizarse, saber persuadir, tener paciencia, hacer que el tiempo nos alcance para las tareas, aprender a motivar y ser motivado. Es decir, habilidades socioemocionales que cualquiera puede desarrollar, sin más referencia que el sentido común y la buena voluntad.
Estas habilidades aprendidas y vividas en la familia ayudan a todos sus integrantes a comprender su rol y el de los otros miembros de tal forma de convertir los éxitos en avances reales y las dificultades en enseñanzas que se comparten. Unos padres que saben escuchar y que se ponen en el lugar, a veces problematizado, del hijo o hija, actuarán sin duda mejor. Una pareja que sabe escucharse y hablarse, tendrá una convivencia larga y agradable, ratificando lo que el gran estudioso Marco Aurelio Denegri señalaba como la más importante cualidad de un matrimonio para durar: saber conversar.
Pero es en el mundo laboral en donde estas habilidades pueden lograr un cambio real. Con trabajadores y jefes que saben ser solidarios, que predican con el ejemplo, que escuchan, que armonizan, que estimulan el trabajo en equipo, que son, como se dice, buena onda, las empresas cumplen sus objetivos y, de paso, educan a sus miembros en el control y desarrollo de sus emociones. Las empresas son en verdad familias y, si no, deberían serlo porque albergan a hombres y mujeres que pasan más tiempo en ella que en sus casas y que desean, además por cierto de la paga, sentirse realizados.
Todas las civilizaciones primitivas hicieron de estas habilidades cualidades de la vida en común. Es increíble pero mientras el hombre fue un ser gregario era alguien socioemocionalmente estable y en armonía con la naturaleza y con su tribu. La modernidad lo alejó de los cielos y de los ayllus y entonces él, solo y abandonado, sintió que era un ”ser arrojado sobre la tierra”, “una pasión sin sentido”.
Y esto tuvo consecuencias de todo tipo y nivel. Una de ellas es la sencilla, pero archipopular frase: piensa mal y acertarás, que hace imposible practicar todas las habilidades blandas.
Jorge.alania@gmail.com
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.