Las maestras de inicial son de otro nivel

Hace unos días se celebró el Día del Maestro. En su homenaje se organizaron una serie de actividades, a decir verdad, impulsadas por los mismos maestros. Como de costumbre, desde el gobierno lo único que reciben es un sostenido y continuo maltrato: sueldos irrisorios, abandono de los colegios, cero actividades para revalorizar la carrera profesional del docente, etc.

En este escenario, mención aparte merecen las maestras de inicial: su labor diaria largamente trasciende a sus responsabilidades profesionales y a pesar de ello no se les reconoce y, por el contrario, siempre son las que soportan una serie de atropellos de la mayoría de los entes que intervienen en el proceso educativo.

Veamos: ellas son responsables de la preparación de material didáctico, actividades que toman tiempo y dedicación, realizadas en sus hogares y cuyos costos siempre los asumen ellas; son responsables de la atención de los niños y las niñas desde el ingreso hasta la salida, cuyo horario se extiende más allá de lo habitual porque casi se ha normalizado que tienen que cuidar a sus estudiantes hasta que los olvidadizos padres los recojan; son poquísimas las maestras que cuentan con apoyo de auxiliares de educación pagadas por el Estado y están prohibidas de gestionar apoyo alguno y si ellas logran persuadir el apoyo solventado por los padres de familia, los burócratas de la UGEL buscan cinco pies a los gatos para sancionarlas; son todo terreno en sus aulas, tienen que atender todas las necesidades de sus estudiantes, a pesar de eso reciben el cuestionamiento de los padres de familia, quienes no encuentran mejor culpable para justificar sus propias responsabilidades de padres, quienes, además, por obra y gracia de su irresponsabilidad trasladan a la escuela todas los problemas de sus niños y niñas; ellas reciben mínimo apoyo pedagógico de parte de la autoridad educativa, quienes siempre solicitan documentar la actividad pedagógica en inservibles archivos, cuyo contenido nadie sistematiza y solo sirve para maquillar y justificar la actividad de sistemas poco o nada productivos; y así, la lista se hace interminable.

Pero ellas están ahí, siempre de pie, donde las papas queman; con la mejor sonrisa, esperando a sus estudiantes a quienes engríen y atienden, en muchos casos, con mayor cuidado y dedicación que a sus propios hijos; ahí están en sus jardines, aromando como flores frescas, atendiendo a los niños a quienes van formando como los ciudadanos y ciudadanas de mañana; ahí están ellas, como seres de otro planeta, haciendo gala de su profesionalismo.

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