Las masas
Es común escuchar a los analistas subrayar que los peruanos votan mal. La mayoría cree que es por la deficiente educación. Otros lo atribuyen a la anemia infantil, que afecta de manera irreversible el cerebro de los niños.
No hay duda que la educación es mala y que la anemia infantil afecta a una proporción considerable. Pero la realidad es que si se le da la oportunidad, el pueblo tiende a escoger a los peores. En el Perú y en todas partes. Ahora y desde el principio de la historia.
El fracaso de la democracia griega, la primera experiencia histórica de participación popular, es un ejemplo. Fácilmente podemos extrapolar lo que decían los griegos de la época a lo que sucede hoy aquí. (Ver en esta página: “La democracia”, 15/4/24). Es decir, las masas manipuladas por una pandilla de demagogos y sinvergüenzas. La decadencia de la república romana también se vincula con el aumento de la participación popular. (“La república”, 22/4/24).
Los Padres Fundadores de la república norteamericana, que eran a la vez gente instruida, que estudiaba la historia, y gente práctica, que conocía la naturaleza humana, no querían una monarquía absoluta, pero desconfiaban de las masas populares que fácilmente podían caer bajo el influjo de estafadores.
“Los hombres son ambiciosos, vengativos y rapaces”, sentenciaba Alexander Hamilton. Y añadía: “las pasiones momentáneas y el interés inmediato, tienen un poder más activo e imperioso sobre la conducta humana que las consideraciones generales y remotas de prudencia, utilidad o justicia”. (“El Federalista”, VI).
Por eso establecieron que el presidente sería escogido por un Colegio Electoral. Es decir, el pueblo participaba pero decidiendo cuáles miembros de esa élite serían los que designarían al presidente.
El problema, según el filósofo español José Ortega y Gasset, es que las masas, que antes percibían que las minorías entendían un poco más de los problemas públicos que ellas, ahora creen que tienen derecho a imponer sus tópicos. (“La rebelión de las masas”).
El asunto es que los ciudadanos “carecen de interés, que ni siquiera van a votar, que no están mínimamente informados. (,,,) La base de la información de las grandes masas es de una pobreza asombrosa y desalentadora”, anota Giovanni Sartori. (“¿Qué es la democracia?”). Y comprueba que ni la reducción de la pobreza ni la educación han cambiado esa situación.
En palabras de Winston Churchill: “El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio”.
Lo paradójico es que lo que constituye el problema, el aumento de la participación, algunos ignorantes, tontos útiles o aprovechadores, lo proponen como solución.
En síntesis, si las masas desinformadas son fácilmente manipulables por demagogos inescrupulosos, la alternativa es limitar las opciones, como en las democracias desarrolladas, bipartidismo con poder de las cúpulas partidarias (la verdadera protección contra el autoritarismo en EEUU no han sido los ciudadanos sino los partidos, Levitsky y Ziblatt). O, en términos de Sartori, “una poliarquía selectiva, una meritocracia electiva”.
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